Ni pastillas ni terapia: el sencillo consejo del gobierno de EE.UU. para que los mayores de 65 eviten la soledad

Este es uno de los gestos más sencillos, pero también uno de los más útiles y efectivos para ayudar a combatir la soledad

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Recreación de dos personas hablando.

Con el paso del tiempo, las rutinas cambian. Ya no hay reuniones improvisadas, ni cafés rápidos con compañeros de trabajo. A cierta edad, los calendarios se vacían y muchas personas se encuentran más tiempo solas que acompañadas. No es raro, al final, es parte del proceso, pero adaptarse no debería significar resignarse a la soledad.

La soledad tiene un peso emocional real y para combatirla hace falta reconocerla y hacer algo al respecto. Por eso, las autoridades de salud pública de Estados Unidos recomiendan un gesto sencillo, que muchas veces se pasa por alto, pero que puede marcar la diferencia a partir de los 65 años.

Este es el consejo de EE.UU. para que los mayores de 65 eviten la soledad

El consejo de las autoridades para evitar la soledad a los 65 años es sencillo, pero efectivo: conocer a los vecinos, o al menos, esforzarse por hacerlo y mantener una buena relación con ellos.

Saludar al del tercero, charlar con quien te cruzas en el portal o comentar el tiempo con la señora del quinto puede parecer poca cosa. Sin embargo, esos pequeños gestos construyen vínculos que ayudan a romper el aislamiento, al mismo tiempo que refuerzan la sensación de pertenencia, de formar parte de algo.

Relacionarse con los vecinos no es tan complicado como parece. Se empieza saludando, mostrando interés, recordando nombres. Después, uno puede implicarse un poco más: participar en actividades de la comunidad, proponer un paseo, incluso crear un pequeño grupo para compartir cafés o salir a caminar.

Lo que se gana es mucho más de lo que se invierte, pues sentirse acompañado no sólo cambia el día, sino que puede mejorar la salud mental, emocional y física de forma real.

¿Cómo puede el sentirse solo o aislado afectar la salud de las personas mayores?

La soledad no solo se nota en el estado de ánimo. De hecho, afecta directamente al cuerpo. Quienes se sienten solos o viven aislados tienen más probabilidades de acabar en urgencias, de necesitar atención médica más frecuentemente o de ingresar en una residencia antes de lo esperado.

La lista de problemas asociados no es corta: hipertensión, enfermedades del corazón, ansiedad, obesidad, deterioro cognitivo, depresión y mayor riesgo de demencia. También hay más probabilidades de desarrollar adicciones, dormir mal o abandonar hábitos saludables.

Y no es sólo lo que se hace o deja de hacer. El impacto emocional activa respuestas en el cuerpo similares al dolor físico. Si se mantiene en el tiempo, puede provocar inflamación crónica y debilitar el sistema inmune, lo que deja la puerta abierta a enfermedades graves.

Incluso las actividades cotidianas se resienten. Cuando una persona pasa demasiado tiempo sola, su capacidad para gestionar tareas como conducir, pagar facturas o tomar medicamentos puede verse afectada.

¿Cuál es la diferencia entre la soledad y el aislamiento social?

Aunque suenen parecido, no son lo mismo. La soledad es una sensación: sentir que falta alguien, que uno está desconectado. El aislamiento social, en cambio, es una realidad objetiva, no tener contactos frecuentes y carecer de red social.

Una persona puede vivir sola y sentirse bien. O puede estar rodeada de gente y, aun así, sentirse sola. En los mayores, ambos fenómenos suelen ir de la mano, especialmente cuando aparecen cambios de salud como pérdida de audición, vista o memoria, o cuando fallecen familiares y amigos.

Los riesgos aumentan con la edad, pero el problema no está en cumplir años, sino en quedarse desconectado.

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