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Las esculturas infravaloradas de Palma

Las esculturas infravaloradas de Palma

Palma poseía una serie de esculturas de corte clásico en los lugares más céntricos de la ciudad, comenzando por el monumento a Maura de Mariano Benlluire en la plaza d’es Mercat y siguiendo con la estatua ecuestre de Jaime I de Clarasso en la plaza de España, entre las más conocidas.

A ellas se fueron sumando con los años el pagès de Tomás Vila, la Nuredduna de Remigia Caubet, la maternidad de Mario Vives o el Junípero Serra de Horacio de Eguía que, junto a obras de Rosselló, Arcas, Sacanell, Mir o Borrell, formaron durante años el único patrimonio escultórico de Palma, siendo más tarde cuando se llevó a cabo una compra de numerosas obras que han inundado la ciudad de esculturas.

Actualmente, sin agotar la nómina, tenemos en Palma obra de nombres tan importantes como Chillida, Serrano, Mompó, Vostell, Sassu, Miró, Calder, Alfaro, Canogar, Oteiza, Brossa o Dettoni. Y por lo que se refiere a escultores mallorquines o afincados en las Islas, hay obras de Jakober, Canyelles, Llambías, Sapere, Pujol, Magraner, Ramis, Broglia, Sirvent, Aguiló, Bennasar, Llull o Mahdavi.

Palma tiene, por tanto, actualmente, a lo largo y ancho de su geografía, más de 150 esculturas, la mayoría repartidas por un eje que va desde el Parc de la Mar hasta el Paseo Mallorca, pasando por el Paseo de Sagrera y los jardines de Sa Feixina. Pero gran parte de estas esculturas pasan perfectamente desapercibidas y, es más, también muchas se encuentran en un lamentable estado de deterioro.

Es evidente que algo habría que hacer y con urgencia para rescatar un patrimonio que hay que convenir que hoy lo tenemos perfectamente infravalorado. Es decir, una gran cantidad de esculturas que poseemos y que en su mayoría pasan, donde están situadas, perfectamente desapercibidas. Cort debería plantearse si desea valorar este patrimonio o continuar teniéndolo sumido en el abandonado.

La impresionante estatua de bronce de Antonio Maura, que figura de pie en actitud oratoria, un diseño de Mariano Benlliure que fue financiada mediante suscripción popular y posee una alegoría de la Verdad que reza así: «Antonio Maura igualó con la vida el pensamiento». Es, probablemente, la estatua más valiosa y significativa de la ciudad.

Pues bien, esta escultura, ahora que se proyecta la remodelación de la plaza d’es Mercat, debería continuar ocupando un espacio central como ocurre en ciudades donde se valoran sus monumentos. La remodelación de la plaza de momento es una incógnita y no se sabe muy bien cómo abordarla, entre otras cosas si quitar o no el ficus que destrozó el conjunto.

Pero hay más. ¿Es compatible la importancia de esta céntrica plaza con el mantenimiento -una iluminada idea de ARCA- de compatibilizarla con un establecimiento de hot dogs y helados? Cabe dudarlo con fundamento. Aunque este negocio tenga su historia, ya que procede de 1935, no es lógico, ni menos aún estético, mantener un quiosco como el Alaska en la plaza porque, de ahí en adelante, podría ya caber en la misma cualquier cosa, incluso, un suponer, un aparcamiento para bicicletas, ahora que ir en bici por aceras y plazas es lo más plus.

Probablemente ARCA, como con los quioscos de la cuesta del Teatro Principal, se pasó algunos pueblos y ahora no rectificará, pero hay que convenir que en la nueva plaza d’es Mercat un quiosco desluciría el conjunto y lo convertiría en un lugar basto y ruidoso, pero sobre todo carente de categoría. Como a un Cristo dos pistolas.

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