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Crítica

Dina Nedéltcheva seducida por Chopin en el Festival de Deià

Son Marroig vivió el 10 de septiembre un momento único con la pianista búlgara

La pianista Dina Nedéltcheva, profunda admiradora de Chopin, viene a ser una suerte de artista residente en el Festival de Deià y en Son Marroig se presentó el 10 de septiembre para ofrecer algo parecido a un monográfico de singulares características, meciéndose entre los brazos de una intérprete con desbordante intuición para intercalar con maestría la fuerte energía de sus manos con la introversión y seductora poética, delegada en sus dedos.

¿Qué decir para empezar? Lo obvio: la estrella de la velada era darnos a conocer el Vals olvidado de Chopin, supuestamente datado entre 1830 y 1835. Pero también era igualmente importante el encabezado del recital: La mujer compositora, cumpliendo así con uno de los ejes dominantes del XLVII Festival de Música de Deià, resumido en la mujer compositora, la mujer intérprete y la mujer entendida como musa de compositores.

El miércoles 10 en Son Marroig era una cita con la pianista búlgara, Dina Nedéltcheva, por cierto radicada en esta tierra, para rendir homenaje a la mujer compositora y siendo ella misma mujer intérprete. El fondo del programa cabría decir que principalmente giraba en torno a Chopin, pues entre las compositoras figuraban Clara Schumann (mantenían una relación cordial y de admiración mutua) y Maria Szymanowska (considerada su música un antecedente de la obra de Chopin). Incluso Franz Liszt que era parte del círculo íntimo de Frédéric Chopin, hasta el extremo de dedicarse obras mutuamente. Sin olvidar, que la primera parte iba a finalizar con el vals inédito de Chopin descubierto el año pasado en Nueva York, y que la segunda parte, toda ella, iba a estar dedicada a su Sonata nº 3 Opus 58 .

No menos interesante era la configuración misma de la primera parte, que se iniciaba con una composición de Clara Schumann  que por su propia estructura tal vez cabría entender como homenaje directo a los nocturnos de Chopin. Después siguió –digámoslo así- una suerte de diálogo de tres mazurkas de Szymanowska con otras tantas de Chopin, siguiendo después juego de valses con la intención de desembocar en el inédito de Chopin.

Interesante asimismo, esa elección de valses caprichosos, comenzando con Cécile Chaminade, célebre pianista del romanticismo francés y nacida poco después de la muerte de Chopin, para continuar con la estadounidense Amy Beach contemporánea de Chaminade. Durante su recorrido lo fiaba todo Dina Nedéltcheva a su memoria, exceptuando dos momentos claves, eligiendo acudir a la partitura en el Vals oublié nº 1 de Franz Liszt que cabe considerar simboliza su introspección en el vals hasta el punto, nos cuenta la musicología, de ir a marcar una evolución en su música. 

Volvió Nedéltcheva a recurrir a la partitura en la segunda parte, llegados al tercer movimiento de la sonata de Chopin dotada igualmente de un diseño innovador, y en los dos casos, Liszt y Chopin, con fuerte dosis de poética.

Me dio la impresión de que el deseo de la pianista en ambas intervenciones era deleitarse silenciosamente con el dictado de las notas, como si fuera la lectura emocionada de unas cartas de amor. Lo que en cierto modo venía a conectar con el Vals inédito de Chopin que sí tocó de memoria. El vals de Liszt y la sonata de Chopin eran una auténtica declaración de principios y en el caso del inédito, ¿qué era realmente? ¿Un boceto de 80 segundos? ¿Tal vez el inicio de algo más grande? En cualquier caso, puedo intuir que en la mente de Dina Nedéltcheva había un profundo sentimiento de libertad para acercarse a un Chopin dubitativo, y entonces, dejar volar sensaciones.

El Vals inédito, descubierto el mes de octubre del año 2024 en la cámara acorazada de Morgan Library & Museum (Manhattan, NYC), solo un mes después fue estrenado por Lang Lang a petición de The New York Times.

El pianista chino estuvo en el Sunset Classics de Formentor el año 2015 y allí tomamos buena nota de su espectacular histrionismo no exento, obvio, de su gran virtuosismo y calidad artística. Apenas diez meses después de lo sucedido en Nueva York, Son Marroig acogía esa  foto fija de descubrir lo extraviado durante dos siglos. Dina Nedéltcheva eligió el recogimiento, en lugar del espectáculo, y desde una actitud aparentemente fría dejó hablar al corazón y que sus latidos escribieran aquel reencuentro… con humildad, y al mismo tiempo, el fuerte temperamento que emana de la sinceridad. Son Marroig vivió el 10 de septiembre un momento único. Gracias, Dina.