CRÍTICA DE ARTE

La artista Kira Ball muestra su último trabajo ‘Into the blue’ en una antigua fábrica de Binissalem

Cerámica, pintura y vídeo componen los principales recursos utilizados en la exposición

Exquisita sensibilidad rezuma esta muestra fruto de seis años de trabajo

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Parte de la muestra 'Into the blue' de Kira Ball.

En una antigua fábrica al lado de la estación de tren de Binissalem se encuentra el taller de la artista Kira Ball (Sóller, 1976), que en estos días está dispuesto a modo de galería expositiva con el conjunto de la obra que compone su último proyecto, denominado Into the blue. Para quien haya seguido la trayectoria, exquisita y al mismo tiempo silenciosa, de esta artista, el mismo título de la exposición le remitirá a la primera que efectuó en solitario, la que realizó en 2009 en La Caja Blanca de Palma, que llevaba por título Into the white. En aquella imponente exposición Kira desplegó más de quinientas piezas de cerámica de Limoges ejecutadas a mano, dispuestas al extremo de varillas de acera calibradas según los pesos de las hojas de cerámica, cimbreando de manera frágil y fascinante. Esa exposición fue extraordinaria, y a raíz de ella realizó distintas exposiciones en los años posteriores, entre las que cabe destacar la que en 2014 le llevó a cerrar el ciclo Transferencias, en el sótano del Casal Solleric, un ciclo que comisariamos Asun Clar y yo mismo.

El trabajo que ahora puede disfrutarse en el taller-galería de Binissalem es fruto de seis años de trabajo, y en él se puede apreciar la culminación de un proceso tanto artístico como vivencial. Como se puede leer en una de las cartelas explicativas de la muestra, “la cosmogonía íntima y personal de la artista describe su reconocimiento sobre la naturaleza y ente metafísico de lo que hay y su condición (…) La obra se entrega ante un acto dramático y transpersonal, extirpado del espacio y el tiempo. Aquí el sufrimiento es embellecido, el miedo es acogido y las fronteras entre el cuerpo y todo el remanente se disipan”.

El trabajo incorpora múltiples disciplinas y materiales. Pigmentos, porcelana, acuarela, objetos hallados, madera, lienzo, papel, vídeo de una performance… Un auténtico despliegue de recursos que en todo instante trasmiten una sensibilidad extrema, así como la huella de una búsqueda más allá de las dimensiones estrechas del mundo visible y palpable. Experiencia personal que transciende los límites de lo real y que nutre la manifestación en arte que es, al fin y al cabo, el conjunto de la obra de Into the blue.

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Una de las obras de la muestra ‘Into the blue’ de Kira Ball.

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Otro objeto que puede admirarse en la exposición.

Los dos colores que dominan la obra mostrada en esta magnífica ocasión en Binissalem son el negro y el azul, y cada uno de ellos tiene una enorme carga simbólica. De hecho, es el tránsito de la artista desde el negro que integra todos los miedos irracionales que la han atenazado desde la infancia, hasta ese azul de esperanza y de percepción líquida de la auténtica esencia de la que está compuesta la existencia, el mundo, la realidad, lo que en verdad se narra en la exposición, si es posible decirlo así. Como colofón, en un pequeño recinto habilitado para ello, puede visionarse el vídeo que recoge una acción performativa de la artista, pintando ocho grandes lienzos dispuestos como paredes de un octágono cerrado. El resultado de esta acción está recogido también en una secuencia fotográfica, pero sobre todo en dos de los ocho lienzos que pueden verse allí, y que son dos obras extraordinarias, llenas de fuerza, belleza y espiritualidad.

Kira Ball, de padre alemán y madre rusa, se formó en cerámica contemporánea en el Camberwell College of Arts de la Universidad de las Artes de Londres y esa formación impregna todo su trabajo, incluso el de Into the blue, donde la cerámica sigue presente en delicadas alas azules de mariposa y en otras piezas frágiles que tiemblan en el aire. De hecho, el transporte de algunas de estas obras resulta una aventura sumamente arriesgada, que deberá superarse en el mes de enero cuando las piezas adquiridas por coleccionistas suizos y alemanes (casi toda la obra de esta exposición ha sido ya comprometida) tengan que ser trasladadas a sus respectivas colecciones. Magnífica exposición, pues, que todavía puede disfrutarse en el taller de la artista en Binissalem, junto a la estación del tren.

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