ARAGÓN

Sin medicación ni papeles a los 18 años: la inserción ‘fake’ de los menas en el ‘centro del horror’ de Ateca

Al cumplir los 18 años, los jóvenes ex tutelados dejaban de recibir atención psiquiátrica

En el centro de Ateca, no habrían recibido un protocolo especial de adaptación a la cultura española

Ateca menas papeles
Paula Ciordia

Las experiencias vividas en el centro del horror de Ateca (Zaragoza) por los menas no son un caso aislado. Los testimonios inéditos de algunos de los trabajadores dejan en evidencia el fracaso del sistema de inserción de los menores no acompañados (menas) en España, la mayoría sin papeles.

A los 18 años y un día, estos jóvenes ex tutelados van directamente a la calle. La mayoría con una mano delante y otra detrás, pese haber pasado por centros de acogida, como el de Ateca. Ésta es la realidad española. Muchos de ellos sin papeles y con su vida es un angustioso abismo que, como reconocen numerosos estudios sociológicos y académicos, les lleva a delinquir.

Ateca era un centro enfocado en la inserción terapéutica del menor. Es decir, un lugar donde los menores se suponía que recibían unas terapias especializadas en sus problemas de salud mental, por las cuales las instituciones públicas pagaban millones de euros a la ONG Fundación Comunidad y Salud, como en el caso del Gobierno de Aragón, cuyo contrato ascendía a 1,2 millones de euros anuales.

En este centro, en teoría, el interno no tenía prácticamente tiempo libre y se le solía prescribir medicación para tratar problemas de salud mental. Sin embargo, en el caso de los menas, muchos de ellos llegaban casi cumplidos los 18 o mintiendo sobre su edad. Por lo que el proceso de obtención de papeles, así como la adaptación al idioma y a la cultura, resultaría misión imposible en muchos casos.

Pese a ello, en el caso de Ateca, se habrían puesto en funcionamiento dos proyectos a fin de evitar en algunos casos salir a la calle en la indigencia. Se trata del proyecto El día de después, donde se buscaba inculcar hábitos a todos internos de independencia. Y por otro, los programas 17 plus, para los cuales se habilitaron unas cuatro plazas en un régimen diferente (B2), para que les sirviera «de puente» a los menas a fin de acceder a pisos protegidos a través del Instituto Aragonés de Servicios Sociales, tal y como explicaba el ex director de Ateca.

Ex menas de Ateca sin papeles a la calle

Los testimonios del ex director del centro de Ateca, Daniel Urbina, como el de una psiquiatra anónima recogidos en 2021 (un año clave, como veremos) en un trabajo de fin de máster por una estudiante de la Universidad de Zaragoza, permiten comprender el día a día de estos jóvenes ex tutelados, cuya realidad es cada vez más palpable en nuestras calles.

A finales de ese año, el Ministerio de Inclusión Social, Seguridad Social y Migraciones tuvo que reformar el reglamento de extranjería para poder enfrentarse a la problemática que estaba colapsando en las comunidades autónomas donde eran acogidos, puesto que, a los 16 y 17 años, se enfrentaban a la mayoría de edad sin tener un estatus legal que les permitiera trabajar, «pese a haber pasado meses en el sistema de protección y tener la condición de ex tutelados», según el propio Observatorio permanente de la inmigración, dependiente de dicho Ministerio.

O sea, una pescadilla que se muerde la cola. Puesto que, pese a haber obtenido un permiso de residencia siendo menor, éste se extinguía automáticamente al cumplir los 18 años. Tan es así que en junio de 2021, «más del 60% de los menores no acompañados en edad de trabajar, tenían una autorización de residencia no lucrativa, que no les permitía trabajar», según datos del propio Observatorio.

Según datos oficiales del Ministerio de Inclusión Social, Seguridad Social y Migraciones, en diciembre de 2021, el Registro Central de Extranjeros (RCE) contaba con 11.280 personas de entre 16 y 23 años, que tenían autorización de residencia como menores no acompañados. Una fecha que en sólo dos años ha aumentado a 15.045 personas. La mayoría son varones (sólo el 6% son mujeres) procedentes de Marruecos (un 71% del total). Aunque las cifras reales apuntan a que serían más.

A partir de la reforma de dicho reglamento, los jóvenes ex tutelados, si tienen una autorización de residencia, la mantendrán un plazo ordinario de validez de 2 años más, si demuestran contar con medios económicos suficientes para su sostenimiento. ¿Cuáles son? O bien el Ingreso Mínimo Vital, o demostrar su sostenimiento a través de un programa desarrollado por una institución pública o privada.

Además, como muchos de estos menores no logran la autorización de residencia si demuestran que estuvieron bajo la protección de un servicio de menores, «podrán acceder a la autorización».

A la calle sin medicación

Pero el problema de los papeles no sería el único de los ex menas internos en Ateca. En este centro, en teoría, el interno no tenía prácticamente tiempo libre y se le solía prescribir medicación para tratar problemas de salud mental. «Yo intento quitarles toda la medicación antes de que salgan», explica la psiquiatra.

¿El motivo? De un día para otro, los menas al cumplir los 18 años, perdían la tutela, y dejaban la terapia médica que estaban recibiendo para tratar sus problemas de psicosis, alucinaciones y de consumo de drogas. Unos problemas que les hace experimentar un patrón común y frecuente, como son las autolesiones y comportamientos muy agresivos, fruto del desequilibrio emocional. Un peligroso trastorno límite de personalidad que siguen padeciendo fuera del centro, pero ahora sin que ningún médico les controle, muchos de ellos inmersos nuevamente en la delincuencia, la okupación y las drogas.

Una vez que salen vuelven «al modo supervivencia. ‘Una vez más me tengo que buscar la vida’. Todo lo que se ha trabajado es posible que se pierda. Quiero decir, cuando a ti lo que te preocupa es o morirte de hambre, pues te da igual trapichear que consumir que..», explicará la psiquiatra.

¿Y si salen del centro y cortan de forma radical el tratamiento?, le preguntará la estudiante de máster a la psiquiatra. «Yo creo que además enseguida lo sustituyen por otra cosa. Es volver un poco atrás. Volver a como han venido. ¿Sabes? Cosa que dices, para qué los hemos tenido en centros tres años, para sacarlos a la calle sin nada. Eso no tiene sentido».

«Sacarlos a la calle sin nada tendría que ser, oye, si no le has hecho los papeles y no se los vas a hacer, devuélvelo a su país. No generes un transeúnte, porque va a tener unas necesidades que las vas a cubrir como sea necesario», opinará respecto a los menas en Ateca.

De una hora de tiempo libre a vivir solos

Asimismo, hay que reseñar que en el centro del horror de Ateca el tiempo libre era muy limitado para el menor interno. Un riesgo añadido al problema de los menas sin papeles en Ateca.  «El tiempo libre es un concepto un poco relativo», expresará el ex director. «Cuanto menos se estructura, más conflicto hay, porque precisamente hay más tiempo para ocio», explicará, «y al final, es donde acaban surgiendo roces, los conflictos y demás. Por otro lado, dificulta la supervisión».

«Tenemos hasta seis fases, bueno 4 fases más que son en periodos de 15 minutos, hasta tener una hora completa de tiempo libre sin supervisión», expondrá. De forma que, un menor interno en un centro como el de Ateca, pasaría de la noche a la mañana, de estar prácticamente todo el tiempo controlado (salvo máximo una hora aproximadamente) a la libertad absoluta al cumplir los 18.

Menas fuera de Ateca: la calle

Por otro lado, estos jóvenes tienen una historia vital muy diferente al resto de chavales internos en este tipo de centro. «Son críos que igual a los 10 años han empezado a consumir y además se las han apañado solos. Son niños de calle, que en su país se gestionaban en la calle, y entonces aquí lo que hacen es juntarse con gente de la calle, entonces… fundamentalmente los consumos de tóxicos, los robos, es lo mismo ¿no? Lo que sabían hacer allí, y aquí todo se les hace como lento», expondrá la psiquiatra.

Según propone la psiquiatra, «habría que hacer un trabajo con estos chavales precisamente, ya que vienen, que no se conviertan en un problema para la sociedad, sino que puedan convertirse en una persona con un futuro mejor, que es a lo que vienen y que para eso se juegan la vida».

La doctora hacía referencia en este sentido al favoritismo de los trabajadores entre algunos menas para conseguir los papeles: «Yo creo que no estamos aquí para decir si se lo merecen o no, porque si no, igual hay que devolverlo a su país, ¿no? Porque si no, sacarlo a la calle, se hará un delincuente sin papeles seguro, o sea, no sé. Es mi opinión personal».

¿Inserción social? ¿Adaptación cultural?

«Vienen con la expectativa que van a tener unos estudios, unos papeles, les vamos a dar casa, comida, y van a salir de aquí con trabajo y van a poder traer a la familia», añade. Además, resaltará dos problemas que no se soluciona sólo con tener papeles, y que en este tipo de centros, o bien no les da tiempo de adquirir, o bien no se trabaja en ellos. Nos referimos al idioma, así como a la cultura occidental. «Es complicado de integrar, y es verdad que en este proceso nadie se preocupa. O sea, vienen aquí, les meten en un centro, y primero paz, y después gloria».

«Habría que trabajar que ellos vienen a un país de otra cultura, y que van a tener que adaptarse a la nuestra. Y eso no lo trabaja nadie. Ellos vienen con una cultura árabe, a seguir funcionando como árabes aquí», alertará, «son culturas totalmente diferentes».

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