NUEVO LIBRO DE JOSÉ AMEDO

Los servicios secretos venezolanos compraron pruebas falsas a agentes corruptos del CNI contra Aznar

José Amedo-Jesús Sepúlveda
José Amedo en una imagen de 2013 (Foto: Efe).

José Amedo, ex subcomisario implicado en los GAL, narra en su libro ‘El Encargo’ cómo el servicio secreto venezolano sobornó en 2002 a agentes corruptos del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) para que fabricaran pruebas que implicaran al entonces presidente, José María Aznar, en una trama golpista contra el mandatario de Venezuela Hugo Chávez.

La obra de Amedo, de próxima aparición y venta en Amazon, cuenta cómo a principios de 2001 trabó amistad con Pedro Asael Pérez Ravelo, agregado a la embajada venezolana. Pérez Ravelo le pidió que le facilitase un buen experto del CNI que estuviese dispuesto a colaborar con los servicios secretos venezolanos a cambio de una importante suma de dinero. Amedo le presentó al miembro del CNI idóneo para venderse a los servicios secretos venezolanos y convertirse en agente doble: Emilio.

Pérez Ravelo, en presencia de Amedo, relató en junio de 2002 a Emilio que el objetivo era que aportasen pruebas falsas elaboradas por el propio CNI en beneficio de Hugo Chávez. Días más tarde, se produjo una nueva cita. Esta vez acudió también el director general de la Disip (el actual Sebin), el servicio de inteligencia venezolano, Miguel Rodríguez Torres. Era el hombre de confianza de Chávez, ambos fueron compañeros de promoción en la academia militar y participaron en el fallido golpe de 1992 contra Carlos Andrés Pérez, lo que les costó a los dos pasar por prisión, donde estrecharían aún más sus lazos.

Tarjeta de visita del agregado de la embajada de Venezuela Pedro Asael Pérez Ravelo.
Tarjeta de visita del agregado de la embajada de Venezuela Pedro Asael Pérez Ravelo.

Querían que el CNI les aportase pruebas falsas, narra Amedo, que «determinen los pasos dados por José María Aznar en colaboración con autoridades, instituciones, grandes empresas o gran capital de España, EEUU y Colombia que hayan participado o influido de alguna manera en el intento de golpe de Estado contra nuestro presidente».

Igualmente, el nº1 de la inteligencia venezolana le pidió al espía español, convertido en doble agente, confeccionar pistas falsas sobre la «implicación de mercenarios europeos y de Miami, en conexión con los servicios de inteligencia españoles y americanos, que los impliquen en actos de sabotaje en Venezuela e incluso en el posible magnicidio del propio presidente Hugo Chávez».

Rodríguez Torres preguntó a Emilio si se veía capaz de sacar adelante esta operación de embustes en favor de Chávez. El agente del CNI replicó que la tarea era ambiciosa, pero posible, pero que llevaría meses. El director de la Disip le animó a poner la operación en marcha cuanto antes. Le aseguró que, como mínimo, cobraría 200.000 dólares.

Portada del libro de José Amedo 'El Encargo'.
Portada del libro de José Amedo ‘El Encargo’.

Las reuniones para fabricar todo el catálogo de pruebas falsas del CNI sobre los complots ficticios se desarrollaron en la sede del propio consulado venezolano en Madrid. En enero de 2003, Emilio ya había llenado decenas de microfichas con pruebas falsas que darían verosimilitud a un plan internacional para derrocar a Chávez. Rodríguez Torres mostró su satisfacción con el trabajo hecho.

Aseguró que con el material fabricado por el espía español, Chávez podía «justificar ante la opinión pública internacional los ataques desde el exterior a su política regeneradora del país y podía justificar las medidas internas que tuviese que tomar para consolidarse al frente del Gobierno de Venezuela», recuerda Amedo. «A continuación, le entregó a Emilio dos sobres precintados y envueltos en plástico que contenían cada uno unos 100.000 dólares». El agente doble del CNI, previamente, había cobrado otros 100.000 dólares. Toda la operación fraudulenta le reportó un total de 300.000 dólares.

Toda la trama coordinada entre la Sidip venezolana y los agentes corruptos del CNI giraba en torno a la implicación «directa o indirectamente del presidente del Gobierno español José María Aznar en un complot urdido junto a EEUU para derrocar a Hugo Chávez durante la intentona de golpista de abril de 2002».

Los indicios fabricados ad hoc para esta conjura registraban falsas reuniones conspiradoras en la embajada española en Washington, en el consulado español de Nueva York, en la embajada de Bogotá y en la embajada de EEUU en España. En estos supuestos encuentros habrían participado agregados de inteligencia españoles, norteamericanos, colombianos, diplomáticos y militares de los países involucrados, así como militares renegados del chavismo.

Las pruebas falseadas superaban toda duda posible: era una obra de arte del engaño político y del espionaje. Para añadir verosimilitud al guión inventado por los servicios secretos, se implicó también a grandes empresas con intereses en Venezuela. Incluso se crearon planes ficticios de invasión de Venezuela por parte de mercenarios europeos que se detallaron minuciosamente para consumo y placer del líder bolivariano.

El complot llevado a la realidad

Hugo Chávez, a las pocas semanas de recibir el dossier con todas las pruebas prefabricadas, «comenzó a hacer alarde pública e internacionalmente a través de los medios de comunicación de que se encontraba en posesión de documentación que acreditaba que José María Aznar, instituciones y empresarios españoles en combinación con EEUU y Colombia se encontraban detrás del golpe de Estado de abril de 2002. Incluso habló de proyectos de magnicidio e intentos de desestabilización que se estaban gestando contra él y su país orientados desde Europa y EEUU a través de Colombia».

La farsa fue un éxito económico para Emilio y un éxito promocional para los espías de Chávez: todos los implicados ascendieron. Y Chávez se pavoneó en sus encuentros privados con miembros de la Casa Real o del Gobierno español del dossier de pruebas que poseía. Amedo, fiel a su estilo, se quedó pruebas de sus contactos con esta red corrupta de espías: tarjetas de visitas, mensajes manuscritos, números de teléfono de los implicados, etcétera. Su memoria y su cajonera, como ya probó en el caso de los GAL, son insondables.

(*CNI: La Ley 11/2002 de 6 de mayo crea el Centro Nacional de Inteligencia, CNI, y hace desaparecer el antiguo Centro Superior de Información de la Defensa, CESID)

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