Cuando los puentes son el destino…
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Generalmente el camino no es el destino del viajero. Sí es cierto que lo disfruta, a veces como si fuera un niño, pero en la mayoría de las ocasiones el destino es lo que le mueve. Cuando el tránsito se realiza por carretera, es posible encontrarse con parajes inigualables y recorridos que parecen esculpidos en montañas por los mismos dioses. Y puentes. El puente ha sido, es y será una pieza clave en las comunicaciones. Muchas veces no nos percatamos de que los cruzamos. Es más, ni nos fijamos que bajo nuestros pies o nuestros neumáticos puede hallarse una obra de ingeniería impresionante. Pues bien, hoy vamos a fijarnos en cuatro ejemplos que, por sí mismos, son un destino que visitar.
Puentes en Noruega
Junto al Atlántico, en Noruega, existe una hermosa carretera que tiene una longitud total de 8.274 metros, de los cuales 891 metros están repartidos entre 8 puentes que van conectando diferentes islas. Sin duda es toda una montaña rusa en la que se suceden curvas y elevaciones en el terreno; una maravilla para recorrer en coche. Claro que lo mejor es no hacerlo cuando hay tormenta o mal tiempo (como se puede apreciar en la imagen que corona este artículo), puesto que, si ya impresiona cuando está apacible, con Thor dando guerra el destino puede resultar fatal.
También en Noruega es posible pasear por el puente Cuerno de Oro, cerca de la ciudad de As, y cuyo diseño está inspirado en uno de Leonardo da Vinci. Así es, quien le iba a decir a uno de los mayores genios de todos los tiempos que el diseño que realizó para cruzar el estrecho del Bósforo –de ahí su nombre– en Estambul (y que no se llevó a cabo por carecer de los medios adecuados) se iba a emplear mucho más al Norte, unos cuantos siglos después… y como pasarela peatonal. Se puede observar en las siguientes dos imágenes:
Puentes en Holanda
Algo más al Sur, en los Países Bajos, también es posible observar dos espectaculares construcciones, aunque en esta ocasión se recorren a pie y no en automóvil. La primera de ellas es el Pythonbrug o Puente Pitón, cuya forma de serpiente (de ahí su nombre) puede visitarse en Ámsterdam. El puente conecta dos barrios y cuenta con una longitud de 93 metros de largo.
Y el segundo de ellos es, si cabe, aún más curioso… Muy del estilo de Holanda, un país que vive entre diques de contención. Se trata del Puente Invisible de Moisés. Sí, tal cual. Está situado en la ciudad de Halsteren y forma parte de una serie de fortalezas rodeadas por un foso con agua. Éstas se construyeron como línea de defensa ante las invasiones españolas y francesas.
Concretamente se encuentra en el fuerte Roovere, donde no querían perturbar el paisaje. De ahí que se diseñara el puente cruzando el foso, en lugar de elevándolo por encima. El efecto óptico provoca que no se distinga en la distancia, hasta que al estar cerca, las aguas se abran al paso del viajero como si de Moisés se tratara.
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