Playas ocultas o el lujo de perderse en el paraíso
Cualquier viajero que se precie, toda persona que haya salido de vacaciones en busca de la paz, cualquier hijo de vecino ha buscado con ahínco alguna vez una playa solitaria en la que perderse. Pero hay pocas playas ocultas, y menos en España, donde el turismo es una de las grandes fuentes de ingresos y se explota hasta el más mínimo rincón. De ahí que en TourAffinity busquemos dar una oportunidad a esos soñadores de la soledad. Eso sí, que nadie ponga la mano en el fuego por llegar a ese rincón perdido y encontrarse con que no hay nadie. Aquí van cuatro ejemplos, aunque ya sabemos que hay muchos más.
Playas ocultas… de difícil acceso
El día es caluroso, el viajero camina, nadie sabe hacia dónde. Entonces se topa con una cala increíble. El agua es transparente, limpia. Apenas hay gente, justo lo que buscaba. ¿Y por qué allí? No es de extrañar porque viendo el acceso parece imposible que pudiera existir una playa. Un terraplén conduce hasta el lugar, al que se llega agarrado a una cuerda. Es la playa de Tsigrado en Grecia.
El amante de playas ocultas coge sus bártulos y se marcha a la cercana Croacia, un lugar de lo más transitado en los últimos años. Toma rumbo sur y desembarca en la isla de Vis, donde se halla la cala de Stiniva. Pero para llegar a ella es necesario tomar una senda estrecha y de difícil acceso o ir en barco. La playa es de guijarros, pero merece la pena… mucho.
Y aunque hemos comentado la dificultad que hay para toparse con un paraíso de estos en nuestro país (no porque no los haya, sino por la cantidad de turistas, y si no, que se lo digan a los menorquines), no podemos abandonar Europa sin hablar de una que aunque no se encuentra oculta, sí que puede suponer un retiro para el viajero. Está en las Islas Cíes gallegas y es una zona restringida (solo permiten 200 visitantes al día). La Playa de Rodas es famosa porque está reconocida como una de las mejores playas del mundo.
Cruzando el charco
Y para finalizar este primer repaso a playas ocultas en las que perderse, cambiamos de continente y nos vamos a Brasil, ese enorme país que encierra innumerables bellezas. Que no todo es la samba, el carnaval de Río de Janeiro o el Pan de Azúcar. En este caso, un buen ejemplo de lo que el viajero solitario busca es la Praia do Cedro en Ubatuba, cerca de la propia Río de Janeiro. La playa rodeada de árboles y vegetación le hará sentir como un Robinson Crusoe cualquiera.
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