Nadie te enseña a hacer fotos con el móvil, y por eso haces las mismas desde 2014


Es cierto que cada nuevo modelo de smartphone presume de sensores más grandes, zooms imposibles y funciones de inteligencia artificial que prometen resultados espectaculares. Sin embargo, a pesar de todos esos avances, la mayoría seguimos haciendo fotos con el móvil como hace diez años: el mismo encuadre, la misma luz quemada, el mismo dedo tapando la lente. ¿La culpa? En parte, la falta de formación visual. Nadie nos ha enseñado a mirar, a encuadrar ni a contar historias con imágenes.
La cámara ya no es excusa, el encuadre sí
Incluso un móvil de gama media actual tiene una calidad de imagen más que suficiente para lograr resultados decentes en condiciones normales. Pero seguimos viendo fotos oscuras en conciertos, retratos contra el sol o paisajes sin horizonte. Eso ocurre porque no hemos interiorizado principios básicos como la composición, la dirección de la luz o la importancia de un fondo limpio.
No hace falta ser fotógrafo profesional para aplicar pequeñas mejoras, girar un poco el cuerpo para evitar el contraluz, mover un paso para alinear líneas o simplemente esperar el momento justo. Cosas sencillas que pueden transformar una foto mediocre en una buena.
Más allá del automático
Los móviles actuales ofrecen herramientas como el modo retrato, el modo noche, el macro o incluso ajustes manuales (ISO, obturador, balance de blancos). Sin embargo, la mayoría de usuarios se quedan con el botón grande del modo automático. Y está bien, porque es cómodo, pero también es una oportunidad perdida.
El modo retrato, por ejemplo, no es solo para selfies. Puede servir para destacar un objeto en primer plano y desenfocar el fondo de forma creativa. El modo noche, usado con un trípode o un apoyo, puede tomar escenas especiales que serían imposibles a simple vista. Pero hay que saber que están ahí, y atreverse a probarlos.
La mirada se entrena, igual que el algoritmo
Los algoritmos de las cámaras móviles aprenden a identificar rostros, cielos, comida o mascotas. Pero nosotros también deberíamos aprender algo de eso: a observar lo que queremos transmitir con cada imagen. ¿Qué emoción quiero guardar? ¿Qué parte de la escena merece la atención? ¿Qué distrae?
Incluso apps de edición básica como Snapseed o Lightroom para móviles pueden ayudarte a mejorar fotos con un par de toques. No se trata de filtros, sino de ajustes de luz, contraste y recorte que afinan el resultado. Pequeños pasos que, usados con criterio, elevan la calidad sin perder naturalidad.
Hacer fotos con el móvil también es contar historias
El mayor cambio no está en la tecnología, sino en cómo usamos las fotos. Ya no hacemos álbumes familiares ni revelamos copias para regalar. Compartimos momentos al instante, pero eso no significa que deban ser banales. Una buena foto sigue teniendo valor, y más aún cuando se trata de recuerdos.
Aprender a hacer fotos con el móvil es mucho más que un capricho creativo. Es una forma de mejorar nuestra memoria visual, de comunicar mejor y de reconectar con lo que tenemos delante. Detrás de cada imagen hay un gesto de atención, y eso sí que no lo mejora ninguna cámara, por muy nueva que sea. ¿Y si la próxima vez que abras la cámara, en lugar de disparar sin pensar, te paras un segundo a mirar de verdad?