Sociedad

Así era el Titan por dentro, contado por una víctima: dos pantallas, un sónar y un inodoro portátil

  • María Ruiz
  • Portadista. Especialista en 'breaking news' y noticias de nacional, sociedad e internacional.

Stockton Rush, el CEO y fundador de OceanGate, es una de las víctimas de la tragedia. Él mismo rodó hace 10 meses un vídeo donde mostraba cómo era el Titan por dentro. En él enumeraba que había dos pantallas de seguimiento, un sónar y un aseo portátil en forma de cubo para hacer las necesidades «con una pantalla de intimidad», decía.

Lo primero que muestra es el aseo, el único disponible, un inodoro portátil. «El mejor asiento de la casa», bromeaba, y añadía ponen una pantalla de privacidad y suben la música. Posteriormente, muestra dos pantallas de seguimiento del viaje y el sónar con el que se comunican con el buque nodriza. Y continúa mostrando el famoso mando de videojuegos con el que se controlaba el sumergible. «Para ir hacia adelante, presionas hacia adelante, y para ir para atrás, hacia atrás. Izquierda, derecha, arriba y abajo. Y es bluetooth, así que se lo puedo alcanzar a cualquiera. Está diseñado para que un adolescente de dieciséis años lo lance, es muy resistente», continuaba. «Llevamos un par de repuesto a bordo, por si acaso».

Pero el sumergible Titan era una trampa de la que se da cuenta, incluso, a lo largo de las 500 páginas del contrato que firmaban los clientes que pagaban por la inmersión. El contrato enumeraba los numerosos riesgos que corrían los viajeros que emprendían el descenso a unos 3.800 metros de profundidad y se citaba el peligro de muerte en varias ocasiones. Entre esos peligros, se hablaba de lo que hacía del sumergible casi una trampa mortal en caso de incidente: que la nave, de 6,7 metros de eslora, quedaba cerrada desde fuera una vez el buque nodriza, el Polar Prince, lo depositaba en la superficie del mar para emprender la experiencia submarina. Operarios del buque atornillaban el sumergible por fuera para hacerlo estanco, esto es, evitar que entrara agua y que se despresurizase. Por ello, una vez salía a la superficie, si había perdido contacto con la nave nodriza, los ocupantes no podían abrir desde dentro.

Alan Estrada, uno de los primeros turistas que bajó en el submarino para ver los restos del Titanic, relató que el oxígeno disponible al interior de la nave sólo alcanza para cinco días. Además, no hay comida y, para hacer las necesidades, «hay una especie de caja de arena que está situada a la vista de toda la tripulación». Este último punto al menos evolucionó a mejor, según cuenta Stockton Rush.