Los orígenes de la cinta de correr como máquina de tortura
Una de las máquinas que más triunfan en los gimnasios son las cintas de correr. A diario la utilizan miles de deportistas con el propósito de perder peso y ponerse en forma. Sin embargo, en sus orígenes, este aparato tenía otra función más allá de la puramente deportiva. En este artículo te contamos los orígenes de la cinta de correr como máquina de tortura.
Sus orígenes se remontan a la época del Imperio Romano, cuando un ingeniero mecánico inglés, Sir Willian Cubitt, le dio sus primeros usos orientados a la actividad física y como método de castigo a los prisioneros británicos.
Pese al paso del tiempo, la cinta de correr no ha perdido su carácter torturador. Todavía son muchos los que se suben a ella y lo pasan fatal. La cinta de correr que habían puesto en funcionamiento este inglés era en realidad una rueda de andar. La época, en pleno siglo XIX, estuvo muy alterada con revueltas sociales y religiosas. El máximo castigo que se les podía dar a los prisioneros era el aislamiento o la pena de muerte.
Se fueron aplicando otros métodos menos violentos de condena, en donde el ejercicio era parte básica. En ese momento fue cuando a Sir Cubbit creó su propia cinta de correr pero en torno a una rueda de molino, que tendría que ser empujada por los prisioneros para que funcionase.
Aquel formato de cinta no tenía en realidad mucho que ver con lo que hoy tenemos en los gimnasios. Era un sistema más rudimentario, en donde los prisioneros permanecían suspendidos sobre la rueda de molino. No podían dejar de dar pasos, ya que sí lo hacían se caían. Estas ruedas eran típicas de la bomba no sólo como sistema de corrección para los prisioneros, ya que también se utilizaba para bombear agua y triturar granos de los cereales.
Hasta seis horas caminando
Está claro que este tipo de castigo era bastante duro para las personas que permanecían detenidas, sobre todo porque podían permanecer hasta seis horas caminando sin parar, aseguran algunos historiadores. Esto se podría comparar a escalar más de 1.500 metros.
En su momento este método de castigo resultó ser todo un éxito. De hecho, a mediados de ese siglo ya había más de un centenar de cárceles entre Estados Unidos y el Reino Unido que lo empleaban. Durarían casi sesenta años en funcionamiento, en concreto hasta 1898, cuando se empezaron a retirar de las prisiones por considerarse demasiado crueles.
En 1952 surgiría el modelo de cinta de correr que hoy en día conoce todo el mundo y que también se puede convertir en un punto de castigo para algunos, sobre todo para los que buscan perder los kilos que les sobran. En lugar de seis horas a nosotros nos basta con media hora o un poco más para ponernos en forma. Y en lugar de las prisiones se encuentran instaladas en los gimnasios y casas. Una historia más que curiosa que nos vendrá bien para saber el grado de sufrimiento que pasaron otras personas en el pasado.
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