Las nuevas tecnologías diferencian bebés sanos y enfermos con una precisión del 95%
José María Valls, profesor titular de Psiquiatría de la Universidad de Córdoba, y Manuel Martín-Loeches, catedrático de Psicobiología, han presentado en Santander los temas clave de la décima edición de la Escuela de Psiquiatría y Ciencias de la Conducta de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP), con la inteligencia artificial (IA) como protagonista. Según Martín-Loeches, esta herramienta está permitiendo alcanzar evidencias científicas que, de otro modo, «nos llevarían decenas de años».
José María Valls considera que «la inteligencia artificial viene a significar la entrada en otra fase» en aspectos de diagnóstico o sintomatología. «Nos puede ayudar a avanzar enormemente, en algunos aspectos lo está haciendo ya», ha señalado haciéndose eco de una de las ponencias del curso, centrada en la investigación del llanto de los niños a través de un programa de interpretación del lenguaje algo que «ha permitido la entrada en las emociones de los recién nacidos, algo imposible hasta ahora».
En la revista científica «International Journal of Environmental Research and Public Health», se ha publicado un estudio sobre la aplicación de este tipo de instrumentos para mejorar la comunicación con los bebés. Los autores, evaluaron la utilidad de algoritmos para establecer los patrones de llanto asociados a hambre, sed, necesidad de cambio de pañal, necesidades emocionales (contacto o abrazos) y dolor provocado por tratamientos médicos (como inyecciones) a partir de miles de grabaciones de niños llorando.
Los resultados mostraron que, a partir de estos instrumentos, es posible identificar las necesidades de los bebés con una precisión del 95% para diferenciar entre niños sanos y enfermos. A la hora de identificar las necesidades específicas de cada tipo de llanto, la utilidad de la inteligencia artificial fue del 60%. Aunque parezca limitada, es superior a la de otros instrumentos médicos empleados para la comparación. Los investigadores esperan que, en el futuro, este tipo de indicadores ayuden a los padres a conocer el estado y las necesidades de los pequeños.
No hay mal instrumento, sino mal empleo
Otro de los temas abordados han sido los riesgos que conlleva la inteligencia artificial, punto en el que Martín-Loeches ha matizado que «el riesgo aparece si se hace un mal uso, tiene un poder impresionante y cada vez lo tendrá más, pero depende de quién esté detrás». El catedrático de Psicobiología ha asegurado que no será un peligro «por sí misma» y los riesgos tendrán que ver con el uso que se haga de la misma.
«Intentamos enfocar los límites que plantea el conocimiento del sujeto y la conducta que es un patio muy concurrido», ha expuesto Valls, que ha defendido que el derecho, la filosofía, la economía, la psicología, la neurología y la bioquímica «comparten el mismo espacio, aunque en habitaciones distintas». Una perspectiva multidisciplinar que se vio el año pasado y a la que este año se ha añadido la informática, es decir, la inteligencia artificial.
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