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Encuentran alteraciones en el cerebro de pacientes con anorexia

Investigadores estadounidenses localizan una característica neurológica específica en personas que viven con anorexia

Aumento «explosivo» de casos de anorexia en niños y adolescentes

La anorexia nerviosa es una enfermedad psiquiátrica seria, que se caracteriza por una restricción severa de ingesta de alimentos y un peso corporal excesivamente bajo.

Las tasas de hospitalización por anorexia nerviosa son elevadas, sobre todo entre los pacientes jóvenes, y el índice de mortalidad por esta causa está entre los peores de todas las enfermedades psiquiátricas. Aunque la investigación en este campo ha avanzado significativamente en las últimas décadas, aún queda mucho por saber sobre los complejos factores que influyen en esta enfermedad, y la búsqueda de nuevas terapias sigue siendo un trabajo pendiente.

En la Clínica de Investigación de Trastornos Alimentarios de la Universidad de Columbia, en Nueva York (Estados Unidos), un equipo de investigación dirigido por Joanna Steinglass, está centrado en descubrir los mecanismos neuronales de las conductas persistentes de rechazo de alimentos que muestran las personas con anorexia.

El trabajo de este grupo revela que los pacientes con anorexia nerviosa usan mecanismos cerebrales diferentes a los de los individuos sin esta condición cuando deciden qué comer.

El núcleo estriado

Mientras los sujetos sin trastornos alimentarios usan sobre todo los sistemas de recompensa del cerebro, las decisiones de quienes viven con anorexia están orientadas por un sistema cerebral más profundo: el cuerpo (o núcleo) estriado. El núcleo estriado es una parte del cerebro entre los dos hemisferios, compuesto de materia gris.

Este hallazgo sugiere que las rutinas que perpetúan la enfermedad tienen las características de los hábitos (en el sentido que la neurociencia da a esta palabra), rutinas que desencadenan mecanismos específicos del cerebro y que no se tienen en cuenta como conductas importantes cuando el sujeto las lleva a cabo.

Descubrir que el cuerpo estriado está detrás de las restricciones alimentarias de los pacientes -y no en personas sanas- es un hallazgo coherente con la idea de que hay un componente de la enfermedad relacionado con los hábitos. Estos mecanismos neurológicos de la enfermedad podrían servir para identificar nuevas formas de tratarla.

La investigadora de la clínica de Columbia Joanna Steinglass considera que este es un buen momento para la investigación sobre estas enfermedades, «porque se ha avanzado enormemente en la compresión de los mecanismos cerebrales en la última década».

Según los últimos datos difundidos por la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental (SEPSM) en su encuentro anual, la prevalencia total de trastornos alimentarios en personas jóvenes oscila entre el 5,5% y el 17,9% en mujeres, y entre 0,6% y 2,4% en varones. En el caso de la anorexia nerviosa, las cifras estarían alrededor del 1,5% en mujeres y del 0,2% en varones.

Los datos son «necesariamente aproximativos y, en la mayoría de los casos, se mueven por debajo de lo que en realidad existe, ya que una gran parte de las personas que padecen un trastorno alimentario lo ocultan y, en consecuencia, no acceden a los dispositivos asistenciales ni son detectados por los estudios epidemiológicos», explicaba Francisco J. Vaz Leal, catedrático de Psiquiatría de la Facultad de Medicina y Ciencias de la Salud de la Universidad de Extremadura.

«Son cifras preocupantes, qué duda cabe, más aún cuando consideramos que en muchos casos se trata solamente de ‘la punta del iceberg’, y todavía más si tenemos en cuenta que los trastornos de la alimentación tienden a persistir a lo largo del tiempo y presentan una gran tendencia a la recurrencia y a asociarse con otros problemas psiquiátricos, como la ansiedad o la depresión», añadía.