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Nuevo mecanismo cerebral

Así podemos superar el miedo, las fobias, la ansiedad y el trastorno de estrés postraumático

El miedo es una emoción natural y protectora, diseñada para alertarnos de peligros y ayudarnos a tomar decisiones rápidas

  • Diego Buenosvinos
  • Especialista en periodismo de Salud en OKDIARIO; responsable de Comunicación y Prensa en el Colegio de Enfermería de León. Antes, redactor jefe en la Crónica el Mundo de León y colaborador en Onda Cero. Distinguido con la medalla de oro de la Diputación de León por la información y dedicación a la provincia y autor de libros como 'El arte de cuidar'.

El miedo, las fobias, la ansiedad y el trastorno de estrés postraumático (TEPT) son problemas de salud mental que afectan a millones de personas en todo el mundo. A menudo se perciben como barreras insuperables para llevar una vida plena y feliz, pero la buena noticia es que sí es posible superarlas. Con un enfoque adecuado, apoyo profesional y estrategias bien estructuradas, estas condiciones pueden ser tratadas y gestionadas, permitiendo a las personas recuperar el control sobre sus vidas. Exploramos qué son estos trastornos, cómo afectan a quienes los padecen y, lo más importante, cómo podemos superarlos, tras un nuevo estudio.

Los investigadores del Sainsbury Wellcome Centre (SWC) de la University College de Londres (Reino Unido) han desvelado los mecanismos cerebrales precisos que permiten a los animales superar los miedos instintivos. El estudio en ratones podría tener implicaciones para el desarrollo de terapias para trastornos relacionados con el miedo, como las fobias, la ansiedad y el trastorno de estrés postraumático (TEPT).

El miedo es una emoción natural y protectora, diseñada para alertarnos de peligros y ayudarnos a tomar decisiones rápidas. Sin embargo, cuando el miedo se vuelve excesivo o irracional, puede transformarse en una fobia, que es un temor desproporcionado hacia un objeto o situación que, en realidad, no representa una amenaza. Las fobias más comunes incluyen el miedo a las alturas (acrofobia), a los espacios cerrados (claustrofobia), a los animales (zoofobia) y a situaciones sociales (fobia social).

Ahora, el equipo de investigación, dirigido por la doctora Sara Mederos y la profesora Sonja Hofer, trazó un mapa de cómo el cerebro aprende a suprimir las respuestas a amenazas percibidas que resultan inofensivas con el tiempo. La investigación se publica en Science.

«Los seres humanos nacemos con reacciones instintivas de miedo, como las reacciones ante ruidos fuertes o ante objetos que se acercan rápidamente», explica la doctora Mederos, investigadora del Laboratorio Hofer del SWC. «Sin embargo, podemos anular estas reacciones instintivas mediante la experiencia, como cuando los niños aprenden a disfrutar de los fuegos artificiales en lugar de temer sus fuertes explosiones. Queríamos comprender los mecanismos cerebrales que subyacen a estas formas de aprendizaje».

Mediante un innovador enfoque experimental, el equipo estudió ratones a los que se les presentó una sombra que se expandía desde arriba y que imitaba a un depredador aéreo que se acercaba. Al principio, los ratones buscaron refugio cuando se encontraron con esta amenaza visual. Sin embargo, con la exposición repetida y sin peligro real, los ratones aprendieron a mantener la calma en lugar de escapar, lo que proporcionó a los investigadores un modelo para estudiar la supresión de las respuestas de miedo.

Por su parte, las fobias, son temores irracionales, los efectos en la vida diaria de quienes las padecen pueden ser debilitantes. Las personas con fobias a menudo evitan situaciones o lugares que les causan angustia, lo que puede limitar gravemente su libertad y bienestar.

El estudio reveló dos componentes clave en este proceso de aprendizaje: (1) regiones específicas de la corteza visual resultaron esenciales para el proceso de aprendizaje, y (2) una estructura cerebral llamada núcleo geniculado ventrolateral (vLGN) almacena estos recuerdos inducidos por el aprendizaje.

«Descubrimos que los animales no lograban aprender a suprimir sus respuestas de miedo cuando se desactivaban áreas visuales corticales específicas. Sin embargo, una vez que los animales habían aprendido a dejar de escapar, la corteza cerebral ya no era necesaria», detalla Mederos.

«Nuestros resultados desafían las ideas tradicionales sobre el aprendizaje y la memoria», señala la profesora Hofer. «Aunque durante mucho tiempo se ha considerado que la corteza cerebral es el centro principal del cerebro para el aprendizaje, la memoria y la flexibilidad conductual, hemos descubierto que es la corteza subcortical del nervio lóbulo lateral (VLGN) y no la corteza visual la que almacena estos recuerdos cruciales. Esta vía neuronal puede proporcionar un vínculo entre los procesos neocorticales cognitivos y los comportamientos «integrados» mediados por el tronco encefálico, lo que permite a los animales adaptar comportamientos instintivos».

El equipo de investigación ahora está planeando colaborar con investigadores clínicos para estudiar estos circuitos cerebrales en humanos, con la esperanza de algún día desarrollar tratamientos nuevos y específicos para las respuestas de miedo desadaptativas y los trastornos de ansiedad.