Opinión
OPINIÓN

Zelenski prefiere a Trump antes que a los europeos

  • Pedro Fernández Barbadillo
  • Columnista de Internacional. En la editorial Homo Legens ha publicado 'Eternamente Franco' y 'Los césares del imperio americano'. Su último libro es 'Eso no estaba en mi libro de historia del Imperio español' (Almuzara).

Pocas horas antes de Navidad, el presidente ucraniano Volodímir Zelenski presentó su propuesta de paz. Como resumen, podemos decir que Ucrania reconoce su derrota ante Rusia y confía en la protección de los Estados Unidos de Trump, más que en las naciones desarmadas y divididas de Europa, para conservar su independencia.

El plan lo forman veinte puntos y recoge la mayor parte de los veintiocho puntos del plan redactado por la Casa Blanca a mediados de noviembre, cuando comenzaron las negociaciones en Ginebra entre representantes ucranianos, rusos y estadounidenses.

Zelenski reconoce la pérdida de casi todos los territorios conquistados por Rusia en 2014 y durante la guerra, pero insiste en la independencia de Ucrania. Aunque exige a Rusia una política de no agresión incorporada a su Constitución, demanda a Estados Unidos, la OTAN y Europa garantías de seguridad para Ucrania análogas al artículo 5 de la Carta de la OTAN, de manera que, si se repitiera la invasión rusa, se produjera una respuesta militar de Occidente y nuevas sanciones económicas.

Ucrania pasará a ser miembro de la UE en un plazo predeterminado, con una fecha de adhesión fija. Las Fuerzas Armadas ucranianas alcanzarán la cifra de 800.000 militares, cuando en la propuesta de EEUU se limitaban a 600.000. El Gobierno de Zelenski se compromete a celebrar elecciones lo antes posible, convocatoria que era una exigencia rusa. Y se formará un consejo para supervisar la Paz, presidido por el presidente de Estados Unidos.

La novedad más destacada es la aceptación por el gobierno ucraniano de la principal de las demandas rusas: la renuncia a incorporarse a la OTAN. Desde su acceso al Kremlin, el 31 de diciembre de 1999, Vladímir Putin ha indicado de diversas maneras, tanto pacíficas como violentas, su veto a la expansión de la OTAN hacia Rusia. Al “finlandizar” Ucrania su política exterior y admitir la pérdida de territorios, Moscú podría considerar que se han cumplido los objetivos de la “operación militar especial” y entonces negociar incluso las reparaciones de guerra.

Si la propuesta de paz de Zelenski siguiera adelante, el gran derrotado sería Europa, incluido el belicoso Reino Unido, cuyo gobierno, a la vez que pretende preparar al país entero para la guerra contra Rusia, aconseja a los militares no hablar de asuntos sensibles en el interior de vehículos eléctricos de fabricación china por miedo al espionaje de Pekín.

Sin embargo, los países orientales, desde Escandinavia a los Balcanes, no detendrán su preparación para una posible guerra, ya que consideran a Rusia (con razón) una amenaza. A mediados de diciembre, se celebró en Helsinki la primera cumbre de los países del llamado Flanco Oriental de la OTAN: Finlandia, Suecia, Estonia, Letonia, Lituania, Polonia, Rumanía y Bulgaria; sólo faltó Hungría. Dentro de la OTAN surgen las alianzas reforzadas y los “núcleos duros”.

Aunque cesen los combates, la enemistad entre Rusia y Ucrania se prolongará durante varias generaciones. Lo más probable es que la frontera entre el Flanco Izquierdo y Ucrania, por un lado, y Rusia y Bielorrusia, por el otro, se fortifique hasta parecerse a la Línea de Control que separa a Pakistán e India en Cachemira o la zona desmilitarizada entre las dos Coreas: campos de minas, casamatas, alambradas y un muro de drones. Un nuevo telón de acero que absorberá recursos económicos y humanos de los europeos y rusos, y se mirará con sorna desde Estados Unidos.

En esa situación, ¿qué harán la Comisión Europea, Alemania, Francia y Gran Bretaña?, ¿proseguirán con sus planes de rearme y de elevar el gasto en defensa a un 5% del PIB?, ¿usarán el “ardor guerrero” para controlar a sus poblaciones crecientemente enfadadas con la excusa de luchar contra “la desinformación rusa” y el enemigo interior?

En este reequilibrio dentro de las alianzas, Pedro Sánchez ha conducido a España a una situación endiablada, debido a sus enfrentamientos con Trump y con Israel basados en la ideología y no en los intereses nacionales. La última consecuencia que van a sufrir los españoles, tanto los que han votado al PSOE o a sus aliados, como los que no lo han hecho, son las inminentes sanciones a buques españoles tras la prohibición de Sánchez de permitir la entrada en el puerto de Algeciras a barcos estadounidenses con carga destinada a Israel.

Cuando haya una crisis en el Estrecho de Gibraltar, no nos sorprenda que Estados Unidos, la Unión Europea, la OTAN e Israel opten por Marruecos, a finde cuentas fiables, antes que por España, tan exasperante como un dolor de muelas.

Mientras tanto, el primer ministro portugués, Luis Montenegro, en una visita a Kíev, anunció el 20 de diciembre que su gobierno y el ucraniano fabricarán drones submarinos conjuntamente, una de las armas más asombrosas generadas en esta guerra. Portugal quiere defender su fachada atlántica y sus islas. España, por el contrario, está dejando el control de su costa sur a los narcos marroquíes.