Opinión

Yo estuve allí

He leído y escuchado el relato que han hecho de la manifestación de Barcelona varios prescriptores de opinión, articulistas, columnistas y/o tertulianos. Y me ha resultado muy curioso que el número de asistentes sea determinante para evaluar el éxito o el fracaso de la convocatoria mientras que lo simbólico adquiera el máximo valor cuando señalan las ausencias. Utilizar de forma simultánea y equiparable el cuántos y el quiénes para extraer conclusiones sobre un mismo hecho se me ocurre una fórmula poco fiable .

Sé que la percepción es un sentimiento personal, que varias personas pueden vivir la misma situación y percibirla, honestamente, de manera radicalmente diferente.  Por eso yo les voy a contar la mía.

Yo estuve el pasado domingo en Barcelona. Yo estuve en una  manifestación convocada por profesores y padres de niños catalanes a los que se les priva de un derecho humano fundamental: estudiar en la lengua materna. Yo estuve con miles de ciudadanos que por primera vez en su vida  salieron a las calles de Barcelona a gritar ¡Basta Ya!  Yo estuve acompañada por miles de catalanes a los que ya nunca nadie podrá meter en su casa porque han decidido salir del anonimato y  ejercer sus derechos. Yo estuve con miles de ciudadanos que por primera vez en su vida coreaban en las calles «¡Libertad!» Yo estuve con abuelos y abuelas que lamentaban no haber salido antes a la calle para evitar que sus hijos y nietos se tuvieran que ir de Cataluña para poder vivir y estudiar en libertad. Yo estuve con jóvenes que me dijeron que nunca pensaron que tendrían que ir a una manifestación a gritar «¡Libertad!», pero que ya no les iba a meter en casa “ni dios”… Yo estuve con personas que habían llegado de otros lugares de España, ciudadanos anónimos que me contaron que nunca habían ido a una manifestación a la vez que me transmitían su emoción y su agradecimiento a los convocantes por haberles permitido “formar parte de algo grande”. Yo estuve con familias jóvenes que expresaban, felices,  la alegría que sentían al encontrarse en las calles con “tanta gente como nosotros…”. Yo estuve con profesores que se calificaron como  “no militantes”, que dudaron hasta el último momento antes de ir… y que estaban tan emocionados que sólo pensaban en la siguiente.

Yo me marché de Barcelona con una sensación similar a la que tuve tras la primera manifestación de Basta Ya! en San Sebastián. En Basta Ya!  no nos importaba nada el cuánto y menos aún el quién, el nombre propio de asistentes o ausentes; sólo pensábamos en hacer las cosas que había que hacer y dar a la gente la oportunidad de reencontrarse y de sentirse mayoría. Por eso la manifestación de Barcelona me recordó aquellas de Basta Ya! Porque ahora, como entonces, los convocantes no sabían cuántos iban a acudir a su llamada, sólo sabían que lo tenían que hacer. Y lo hicieron. Los convocantes se atrevieron a romper un tabú, el miedo a que no saliera nadie a la calle si los partidos políticos no movilizaban. Se atrevieron a convocarnos sin que la sociedad tuviera aún la sensación de que lo que estaba ocurriendo con la Educación en Cataluña forma parte de una estrategia disruptiva destinada a provocar una ruptura brusca de la convivencia entre catalanes y de estos con el resto de los españoles. Se atrevieron a convocarnos sin hacer cálculos sobre el cuántos ni el quién; se atrevieron a convocarnos para defender el qué, lo que verdaderamente importa; se atrevieron a convocarnos para que la Constitución tenga una oportunidad en Cataluña y que también allí la libertad y la igualdad sean derechos que los disfruten todos los ciudadanos y nos sólo quienes quieren liquidar el orden constitucional. Los convocantes se atrevieron a tratarnos como a ciudadanos, se atrevieron a recordarnos nuestros derechos y también nuestros deberes, se atrevieron a recordarnos que defender la ley y a las instituciones es algo que nos compete a todos.

Claro está que todo esto no es sino mi percepción, construida a partir de hechos reales –vaya, que yo estuve allí formando parte de la riada de ciudadanos que gritaban Basta Ya! o Libertad! y percibiendo y compartiendo emociones con todos ellos…- y de la visión subjetiva y personal de los mismos. Mi experiencia vital –qué le vamos a hacer, yo he hecho la mili en Euskadi- provoca que al analizar acontecimientos  de esta naturaleza lo verdaderamente relevante me resulte el acto en sí y no cuántos están allí cuando ese hecho se produce. Por eso me resulta secundario el numero de personas que salieron a las calles de Barcelona  el 18S, aunque si tuviera que destacar algo al respecto diría que salieron muchos  más de los que nunca se habían encontrado en la calle en defensa de esta causa y que el espíritu de la resistencia impregnaba la marcha.

Cuando se analice cómo se recuperaron las libertades que el nacionalismo identitario y el socialismo traidor  habían arrebatado a los ciudadanos en Cataluña se señalará el 18S de 2022 como un día histórico, el día en el que los ciudadanos levantaron la bandera que los políticos habían rendido. Y cuando eso ocurra mucha buena gente mirará a sus hijos o nietos a los ojos y les dirá, con orgullo: “Yo estuve allí”.

Reitero mi agradecimiento a quienes al convocarnos nos habéis permitido ser de los vuestros.