Voxadé

Voxadé

Iván Espinosa de los Monteros deja Vox y la noticia no es tanto su marcha como su ausencia. Lo que deja su dimisión, explicada con pulcritud discursiva en cinco minutos de comparecencia ante los medios, es la constatación de cómo en política puede más la mediocridad con mando que el talento pensando. La única formación que parecía enfrentar la opción sistémica del turnismo con voz y voto se deshilacha manu militari desde dentro, impuesta la estrategia de quienes prefieren ser la Izquierda Unida de la derecha antes que aceptar crecer por sus flancos menos cubiertos y alcanzar la categoría de partido verdaderamente nacional. Para todos y con todos. También con diferentes sensibilidades en su seno.

Un partido sin alma es un partido condenado a navegar sin rumbo, a la nada futura y al deambular mientras tanto. En Vox decidieron hace tiempo ir con todo a la loable pelea ideológica desprendiéndose de equipaje sobrante, normalmente de ideas libres y liberales, las que, por definición, molestan en el encaje de toda cupulocracia. El último purgado, expulsado o invitado a salir -de la verdad al eufemismo sólo hay una rueda de prensa- es quien ponía cordura ante la jarana del zurderío acosador, ofreciendo el rostro amable a tanto titular impostado.

Espinosa de los Monteros encarna la política tranquila bajo principios firmes. Un orador parlamentario y mediático educado en las formas como método de encajar el fondo, sea en idea o mantras prefabricados. Explica la economía para progres como si fuera para dummies, con una sencillez tal que hasta un hijo de la LOGSE entendería. En Vox siempre fue la voz pausada ante unos medios acostumbrados a recibir órdenes de búsqueda y captura hacia una formación que nació con etiquetas antes que votantes. Llegaba a la gente de manera simpática a pesar de ese rostro pétreo que recuerda a las esculturas clásicas que cinceló Fidias. Su marcha confirma el cese de la pulcritud, la discreción y el argumento frente al ruido y el eslogan militante.

Una deriva que, sin embargo, se veía venir. Antes que Iván, le dieron puerta a Víctor Sánchez del Real y Rubén Manso, dos perfiles imprescindibles en cualquier partido, con experiencia y trayectoria en el sector de la comunicación uno, y en la economía, el otro. Manso ideó el programa más liberal en lo económico que ha habido en España recientemente, hasta que el giro proteccionista de los últimos tiempos fagocitó cualquier esperanza de vivir en una España donde el Estado no sea el principal empleador del ciudadano. Y Sánchez del Real abanderó campañas desde una estrategia de discurso y mensaje que posicionó a la formación conservadora como opción de gobierno a ojos de cuatro millones de españoles. Pero España no es un país que premie el mérito, ni el éxito, ni la excelencia. Nuestra historia ha sido más de purga, chantaje, desafío y trinchera. Espinosa es el enésimo liberal que se va, mas no será el último. Iván y no volverán, ni los votos, ni los votantes.

Cuando se impone la voluntad del comisariado, o del secretariado, que diría mi amigo y antiguo camarada Javier Nart, poco o nada tienen que hacer los que se resisten a sus mandatos. En Vox decidieron hace tiempo que los cielos también podían ser asaltados con el patriotismo de víscera, más próximo al trabajador de fábrica que al obrero de academia, y si uno observa por dónde camina Europa, se entiende ese giro dramático del discurso. Igual somos los demás los errados y la batalla cultural de ahora exige una derecha más social que liberal, más urbana que urbanita.

Sabemos que hay políticos de hierro a los que no les gustan los políticos de guante blanco con voz propia, y que, para evitar sospechas, presumen de defender la libertad interna siempre y cuando vayan en consonancia con el mandato impuesto. Lo contrario es deslealtad y verso suelto, y eso, ante la amenaza de los votos, causa pavor. Pero nunca es bueno para un país que los más preparados para gestionarlo se vayan de la política o no quieran estar en ella. Sobre todo, para no aguantar a la disparatada mediocridad de quien se siente importante con un escaño bajo el trasero. Con la salida de Iván Espinosa de los Monteros, Vox se acabó. Larga vida a Voxadé.

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