Vinculando lengua y «nació» y cargándosela

Vinculando lengua y «nació» y cargándosela

No dejarán de vincular lengua y “nació” hasta que acaben con la primera. Y mira que me sabe mal, pues amo mi lengua como toda persona ama la suya. No es la mejor de las ideas que insistan en conectarla con el delirio nacionalista, que ya sabemos ahora que es indisociable del delirio independentista. Hay mucha gente en Cataluña resentida con los años del procés. Cuesta de creer que ellos mismos no se hayan dado cuenta del daño que le hacen al catalán.

Pero no pueden salir del bucle. Está muy bien que el presidente de la Generalitat, Pere Aragonés, salga en las ruedas de prensa con que defenderá el catalán con toda la fuerza y todos los medios. Hasta ahí, bla, bla, pero bien. Pero si luego añade que, si no se apoya la lengua, “nos jugamos la idea de Cataluña como nación” ya la han fastidiado. Yo misma me reboto de puro rechazo. Me encuentro entre estos catalanes a quienes nos ha llegado a dar hasta miedo en algún momento hablar en nuestra lengua materna. Como si detrás de unas palabras, hasta el 2012 casi casi inocentes,  se colase un soplo mefítico, un alma desencarnada, un “republivirus” (nada de “coronas” en el paraíso del helado diario) con el maléfico fin de bajarnos las defensas contra su peste separatista.

Aragonés habla del supuesto “consenso lingüístico” del país, ignorando a todos los catalanes que se saben de una comunidad bilingüe. Consenso de pura apariencia,  artefacto virtual producido por la coacción del sistema político-educativo. Mejor que acaben ya ese pataleo sin esperanza frente a sentencias que califican de injustas. Aún andan con declaraciones del tipo «sacar de la escuela las decisiones judiciales». Pero para no judicializar nada lo mejor es no saltarse la Ley. De Perogrullo.

«La salud del catalán no es tan buena como quisiéramos», dice el president. Pero es que si su aspiración es que el catalán desplace al español en Cataluña lo tiene más que crudo. No puedes rivalizar con una lengua que hablan 500 millones y que encima es la lengua oficial de tu país. Ah, ¿qué su país no es España? Pues ese es el problema de base: su negación de la realidad. El pujolismo fue un auténtico sirimiri de intoxicación nacionalista. Y luego ya fue el procés en vena. Una gran parte de la población llegó a creerse fantasías que, como todas las fantasías, acaban en pesadillas. Y una pesadilla hemos vivido.

Ahora estamos en un impasse. Los independentistas andan silbando, haciéndose los despistados. Como dando a entender que el procés no existió y que mucho menos hicieron ellos algo malo. Pero en cuánto se den unas condiciones parecidas, volverán a la carga. Por algo es la fórmula infalible que tan bien funcionó durante decenios para que los mismos apellidos se encontraran con los mejores sueldos. El nacionalismo es exactamente el vehículo de las clases más extractivas que se han visto en Europa en años.

Pero, como digo, ahora están de perfil bajo. Si hasta el Rey Felipe VI visitó Barcelona esta semana sin que los alborotadores de siempre levantaran una ceja. Se le vio en el salón Alimentaria, en el recinto ferial del Hospitalet. También  en el Port Olímpic. Y lo que se oyeron fueron aplausos. ¡Hasta gritos de «Viva el Rey»! Ni el presidente de la Generalitat, Pere Aragonés, ni la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau,  le saludaron fuera. Pero dentro del recinto se prodigaron con gestos protocolarios y las fotos de rigor. Como unos niños mayores. Al atardecer, en el palacete Albéniz, el Rey se reunió con la junta de gobierno del Círculo del Liceo. Su vicepresidente es el inefable y poco, digamos,  moral Javier Godó, conde de Godó, supuestamente “Grande (¿) de España”. ¡Qué sainetes!

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