Una vez más, Cataluña decide
Una vez más como en otros momentos de nuestra Historia, Cataluña decide quien gobierna en España. Unas veces para bien, y otras, como ahora entre ellas, para muy mal. Durante unos años era su capacidad emprendedora empresarial, su creatividad artística en todos los géneros, las que se proyectaban sobre Madrit con astucia y discreción, pero con fuerza, para conseguir un gobierno que estableciera un marco de referencia donde sus deseos, intereses y necesidades pudieran materializarse con garantías.
Desde los tiempos del catalanismo del manifiesto Per Catalunya i l’Espanya Gran de Prat de la Riva, seguidos por los de Francesc Maciá, sucedido por el también republicano Lluis Companys; tiempos turbulentos del golpe contra la República de 1934 previos a la Guerra Civil. Durante el largo paréntesis del franquismo, su influencia fue discreta, pero eficaz para el desarrollo económico y social, para dar paso con Jordi Pujol, a otra larga etapa de catalanismo pragmático que apoyó con sus 17 diputados un gobierno socialista de Felipe González con una minoría de 159 escaños en 1993, para hacerlo con el siguiente del PP de Jose María Aznar, también minoritario con 156 escaños en 1996, rubricado con los Pactos del Majestic. Los 16 diputados de Ciu, más los 5 del PNV y los 4 de Coalición Canaria, dieron una gran estabilidad al gobierno Popular que se proyectó en la mayoría absoluta de 2000 truncada en 2004 por el 11 M, que cedió el paso al gobierno de Zapatero inaugurando la lastimosa etapa del Pacto del Tinell llevada a su culmen con el sanchismo. Con el Tripartito al frente de la Generalitat, el PSC promovió un nuevo Estatut causa originaria del desdichado proces en el que Cataluña está sumida desde entonces. Actualmente, fracasado en 2017 y transformado en separatismo disgregador e insolidario, sigue proyectando sobre toda España su influencia, ahora perniciosa para todos.
«España ayer habló con toda claridad y le dijo NO a la España ultra de la derecha» así se expresó el ministro en funciones de la Presidencia, Félix Bolaños, al acceder a la sede socialista de Ferraz. Resulta llamativo -por no calificarlo directamente de «estupidez» – pretender hacer creer que Junqueras, Rufián, Puigdemont, Nogueras, Otegi y Esteban, cuyos votos le son imprescindibles para la investidura, hablan de España como algo respetado y querido por ellos. Su disposición a apoyar a Sánchez lo han expresado con claridad: apoyo a Sánchez, sí; pero para avanzar hacia la independencia de sus respectivos territorios. La portavoz de Junts lo ha resumido: «referéndum de autodeterminación, y amnistía». Ambas, demandas inconstitucionales, pero que con el TC en manos de quien está ahora, las togas de los Magistrados pueden mancharse con el polvo del camino que permita seguir en la Moncloa a su actual inquilino.
El escenario que se abre tras la Constitución de las Cortes el 17 de agosto ya indicará el camino a seguir por el sanchismo «remando todos en la misma dirección» que tiene como destino obligatorio el mantenimiento del gobierno de coalición de Sánchez. El precio a pagar en términos políticos va a ser muy elevado para nuestro Estado Constitucional, Democrático, Social y de Derecho. Zapatero exige «respeto» a la derecha por los calificativos dirigidos a ese eventual Gobierno, pero sería oportuno que se lo pidiera a esos aliados tan buenos y leales españoles que denostan continuamente a España en sus formas y sobre todo en sus proyectos políticos.
La iniciativa de la fiscalía del Tribunal Supremo de instar una OEDE para la detención de Puigdemont, introduce una variable judicial de gran trascendencia en el actual escenario político. Sánchez previsiblemente será investido en otoño presidente de otro Frankenstein, y recordemos que el término fue acuñado por Rubalcaba, no por el PP ni por Vox, y que fue el Comité Federal de aquel PSOE el que le cesó para impedir lo que consiguió finalmente con la moción de censura y viene haciendo desde entonces. Y lo volverá a hacer, pasado el 11 de septiembre en Cataluña. Este es un análisis de urgencia realizado de «tejas abajo». Habrá ocasión de hacerlo viendo también desde «tejas arriba».
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