Opinión

Venga, Pedro, déjate de globos sonda que ya veremos dónde estás en 2027

Lo primero, la palabra de Pedro Sánchez no vale nada. Y lo segundo, todo lo que diga está sujeto a su único interés personal, por lo que su anuncio de presentarse a la reelección en 2027 no es más que un capítulo más de su plan de supervivencia política, compuesto de globos sonda, cortinas de humo y demás maniobras de distracción a las que nos tiene acostumbrados. Un día entra en depresión y se toma cinco días para reflexionar sobre si le merece la pena soportar la campaña de «deshumanización» que sufre por parte de las «derechas» y al sexto termina el numerito diciendo que nadie va a conseguir que tire la toalla porque es el único que puede salvar a España de las fauces del fascismo.

Así que lo dicho ahora por Sánchez vale para victimizarse de nuevo tras las decisiones judiciales que han colocado a su hermano y su mujer camino del banquillo. No hay antídoto que aleje la corrupción que rodea a su partido y su residencia de la Moncloa, de modo que su anuncio de presentarse de nuevo es un mero ejercicio de distracción, tan cansino ya como el propio personaje. Sánchez ya no es dueño ni de su propio destino, porque depende de lo que dicte la Justicia y no hay que ser muy sagaz para concluir que su futuro político está en manos de los tribunales.

Podrá envolverse en la bandera palestina, acusar a los jueces de prevaricación y tratar de silenciar a los medios críticos, pero tiene los días contados por mucho que se esfuerce en espantar la corrupción que le tiene sitiado. Así que en 2027 -largo lo fías, Pedro- habrá que ver dónde está Sánchez. Lo que ya sabemos es donde está ahora: urdiendo el enésimo plan de victimización y atizando los viejos fantasmas de siempre: ya saben, insistiendo en la monserga esa del «fascismo o yo». Pero ya no cuela.