Opinión

Las vacaciones de Sánchez son sagradas, las del resto de españoles no tanto

Ha partido por la mitad las vacaciones de millones de españoles, pero las suyas son sagradas. El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, disfrutará en Lanzarote de su descanso estival en compañía de su familia tras volar -cómo no- en el Falcon que pagamos todos. Tres semanas a cuerpo de rey en la Residencia Real del Palacio de la Mareta que aprovechará para rumiar su plan para ganarse el favor del prófugo Puigdemont, el hombre que tiene en sus manos la gobernabilidad de España. Y es que, tras reunir a su Ejecutiva en Ferraz y dar la orden de parar hasta el próximo 16 de agosto -un día antes de la sesión constitutiva de las Cortes-, Sánchez dio por inauguradas sus vacaciones, que este año no se verán interrumpidas por el tradicional despacho con el Rey Felipe VI en el Palacio de Marivent. Los lujos vacacionales de La Mareta -un palacio que cuenta con más de 30.000 metros cuadrados que no escapa al influjo del gran artista local e internacional de la isla, César Manrique, que la diseñó y la decoró- contrastan con las molestias sufridas por todos aquellos que vieron perturbadas sus vacaciones como consecuencia de la fecha elegida por Sánchez para convocar las elecciones. La Mareta cuenta con acceso directo al mar y está integrada por diez bungalows, de una y dos plantas de altura, el principal, con dos dormitorios, piscina y distintas terrazas.

Que Sánchez se tome unos días de descanso es normal, pero lo que no lo es tanto es que el descanso de millones de españoles se haya visto sometido al interés personal del presidente en funciones. Porque adaptar el calendario de todos a su particular calendario es lo que resulta inaceptable en un país donde muchos ciudadanos han visto alterados sus días de descanso forzados por la fecha que Sánchez eligió para que fuéramos a votar. Si su descanso es sagrado, ¿por qué no es sagrado el del resto?