La UIB haría bien en preguntarse qué está pasando
Del análisis de la demanda de las distintas ramas del saber que se ofrecen en la UIB destacan tres tendencias claras y diáfanas. La primera de ellas es el colapso de las humanidades, con casos tan sangrantes como el de Lengua y Literatura Catalanas o Geografía, que no alcanzan siquiera la veintena de matriculados. Puede encontrarse alguna explicación para esta última como su escasez de salidas laborales salvo la docencia, no así para Lengua y Literatura Catalanas, cuyos filólogos salen con el trabajo asegurado en la Administración sea de profesores, traductores, correctores o dinamizadores callejeros. Al parecer sigue vigente aquella vieja maldad que aseguraba que en Lengua Catalana había más profesores que alumnos.
La segunda tendencia que se abre paso año tras año es el enorme interés que despiertan las ciencias de la salud entre los estudiantes, unos gustos que van mucho más allá de la facilidad a la hora de encontrar trabajo y cuya etiología la propia UIB haría bien en estudiar, aunque sólo fuera para plantearse incrementar su oferta académica.
La tercera tendencia es el estancamiento general de las ingenierías y la pérdida de interés en este campo, con algunos casos tan inexplicables como el grado de Ingeniería Telemática, que pese a haber protagonizado en los últimos veinte años una revolución sencillamente impresionante en todo lo que afecta a servicios integrados de informática y telecomunicaciones y que lleva camino de sustituir completamente al papel en los trámites burocráticos, logra atraer apenas a una treintena de nuevos estudiantes y con una nota de corte de un cinco raspado, lo que augura una escasez de ingenieros en los años venideros.
La UIB haría bien en preguntarse qué está pasando.
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