Tres tajos básicos en la alternativa Feijóo
Alberto Núñez Feijóo ya está full time en su nuevo cometido. Los casi 14 años al frente de la Xunta gallega han quedado para los anales. Ahora, se enfrenta a la más importante y decisiva tarea de su vida política. Y no hay posibilidad alguna de retorno.
El paisano de Os Peares (Orense) tiene acreditada suficiente inteligencia y pituitaria política como para que este modesto columnista pretenda ofrecerle en un post una hoja estratégica/táctica para lograr que su asedio democrático al palacio de la Moncloa, trabajo por el que le pagamos, tenga éxito. Ni es ese el propósito y mucho menos la pretensión. Se trata de un mero trabajo profesional que va de suyo en el estipendio del columnista.
El primer tajo es mantener, por un lado, la unidad de todo el centroderecha, ensancharlo a su izquierda y hacerlo crecer por la derecha. Lo que algún cursi describiría como la vuelta a la casa común. Al mismo tiempo y con la misma intención ofrecer esa casa como refugio a los miles y miles –quizá millones- de socialdemócratas desencantados con el crack Sánchez y sus pisoteos diarios al Pacto Constitucional que hizo grande este país.
El segundo gran tajo es la situación económica. Feijóo, desde el primer momento, ha hecho de las cosas de comer el santo y seña de su acción política como líder de la oposición, sí, pero acto seguido como alternativa de gobierno mucho más que probable. Ya ha sucedido en dos ocasiones anteriores. Felipe González no fue derrotado por Aznar en 1996 por requiebros de ningún tipo; le venció en las urnas porque España estaba tiritando de frío con una crisis económica de elefante. En el 2011, Mariano Rajoy que no era para el elector la alegría de Chiquito de la Calzada, mandó al averno al socialismo no porque desbordara al pobre Zapatero en cuestiones de cunetas o de asuntos de género. No. Le mandó a una suculenta jubilación porque arruinó el país.
La ruina actual de Sánchez supera con creces aquello. Feijóo ha demostrado tener equipo solvente e ideas para salir del marasmo. Otra cosa es que el jefe del Gobierno quiera ahorcarse con su propia soga. Es cuestión de tiempo, poco, a mi entender.
El tercer tajo pasa por la recuperación del Estado. Hoy es como la corona de Fernando VII, una baratija que pasa de las manos de Rufián a Otegi y de Otegi a Puigdemont. La Constitución es un texto reformable, sin duda, pero vivo y actual.
Tiene que encontrar la fórmula para enfrentarse directamente al leviatán monclovita; quizá esperarle en algún momento cuando el Falcon necesite llenar sus depósitos de queroseno. Sería la ocasión de demostrar que hay oposición y, sobre todo, alternativa.
PD. Tampoco fuera ocioso que, aunque RTVE chapotea en la marginalidad absoluta, despreciada por la audiencia, el nuevo equipo de Génova 13 debería reclamar su parte democrática en el fenecido ente. Que no se deje engañar, como lo hicieron con el pardillo García Egea, tan poderoso con los débiles del interior y tan sumiso con los del exterior. Al fin y al cabo, de los más de 1.200 millones que cuesta el pirulí, una parte no pequeña se hace a costa de contribuyentes no de izquierda.
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