Opinión

Tragedia española

  • Carlos Dávila
  • Periodista. Ex director de publicaciones del grupo Intereconomía, trabajé en Cadena Cope, Diario 16 y Radio Nacional. Escribo sobre política nacional.

Se cumplieron los peores pronósticos. La izquierda más radical que haya
mandado nunca en España va a podernos gobernar -es un decir- los
próximos cuatro años. La derecha española se ha suicidado. Siempre tan
estúpida como para arrearse sin piedad patadones en su propio tafanario, ha
dejado el campo libre a un PSOE que es sólo Pedro Sánchez, sus mentiras,
su querencia absoluta a pactar con la ralea más soviética que se pueda
atisbar en España, y con los independentistas más irredentos. Este y no otro
es el balance que se puede extraer de unas elecciones atípicas en las que se
ha llevado el gato al agua la habilidad torticera de Sánchez. Se abre de
forma muy clara la posibilidad de un Gobierno de coalición extremo en el
que, con toda seguridad, Pablo Iglesias, al que se creía muerto incluso por
los más cercanos, se ha pegado un costalazo, pero es imprescindible y va a
exigir diezmos y primicias al más que cierto presidente. Desde un punto de
vista técnico y más aún político hay que reconocer su mérito a haber
sobrevivido a trancas y barrancas a todos sus infortunios, a sus desmanes
pseudocapitalistas y a la propia incuria de los fundadores del partido.

Pero más allá de esta constancia existe otra que es mucho más relevante:
el troceamiento de una derecha que ha sido incapaz de ponerse de acuerdo
para componer una alternativa común al dúo Sánchez-Iglesias. Los egos
tremendos de por lo menos dos de los líderes de este grupo, Rivera y
Abascal, y la dramática y muy sucia mochila de corrupción que todavía ha
soportado el presidente popular, Pablo Casado, han impedido un consenso,
un pacto que hubiera sido aconsejable con todas las luces de la razón a su
servicio. Ahora, España va a vivir, si se confirma el acuerdo de las
izquierdas, a partir de ahora una tragedia política únicamente similar a la
que patrocinó aquel infame Frente Popular que nos condujo a la Guerra
Civil.

España de nuevo es diferente. Mientras en Europa mayoritariamente está
inclinada a la derecha, nuestro país, con una pirueta insólita y malhadada,
ha girado a la izquierda, y ni siquiera a una izquierda socialdemócrata que
nació en el Viejo Continente en el Bad Godesberg del PSD alemán. No:
esta es una izquierda brutal. La discrepancia entre los poderes políticos en España y en la mayoría de los países de la Unión ni será inocente, ni
irrelevante, porque en la próxima legislatura que se inaugurará en el
próximo mes de julio, Bruselas ya no se conformará con ser un Parlamento
prácticamente testimonial, sino que actuará si descanso para imponer sus
propios dictámenes. Al final será una batalla en toda regla también entre la
derecha y la izquierda.

En España queda por saber qué concesiones le hará Sánchez a sus más
que probables compañeros de Gobierno. Iglesias, de ningún modo, a va a
aceptar un apoyo simbólico y descomprometido, querrá participación
directa y no solo en el Gabinete sino en las instituciones más importante del
Estado entre ellas -ya lo pidió Iglesias en otra ocasión- nada menos que el
Centro Nacional de Inteligencia, el Centro de Investigaciones Sociológicas
y naturalmente Televisión Española. Y si grandes y de fondo van a ser las
condiciones de Podemos para apoyar la Presidencia de Sánchez no lo van a
ser menos las de los independentistas, sobre todo las de Esquerra, el partido
imprescindible para Sánchez se quede en la Moncloa. Habría una
posibilidad en la que en principio nadie cree: que Ciudadanos se avenga a
sumar la mayoría de Sánchez. Rivera tendría que renunciar a sus
“renuncias”, valga la redundancia, y aceptar convertirse en complemento
directo de Sánchez. No parece posible. Rivera puede evitar la tragedia
española. Es su responsabilidad histórica.

En definitiva, una tragedia para la España constitucional que surgió en la
Transición. Nadie espere una gobernación morigerada, antes bien será un
cuatrienio plagado de rencores y revancha en el que Sánchez y sus
conmlitones intentarán dar la vuelta a España como un calcetín. La derecha
es culpable: le ha dejado pista libre a los radical-socialistas, a los soviéticos
y a los independentistas. No aprenderá, no se lo va a hacer mirar. Es tonta,
estúpida; es la derechorra. O, ¿acaso piensas que cara a la triple elección de
mayo Casado, Abascal y Rivera, se avendrán a componer una alternativa
única? Los electores ya lo están pidiendo, pero no hay nada que hacer: la
derechorra de las divisiones siempre será la derechorra.