Opinión

Todos a ‘Sumar’… ¡Y sin rechistar!

Por el claro interés de repetir en el Gobierno, la operación Yolanda Díaz era, y de momento sigue siendo, un proyecto monitorizado por el ala oeste de Moncloa. Y es que, aunque se cumplieran los vaticinios del CIS, que son tan acertados como los pronósticos del fichaje de Mbappé, y el PSOE ganara las elecciones con algo cercano al 30%, Pedro Sánchez sabe que, para que las cuentas salgan, necesita que los votantes que en su día fueron seducidos por Podemos no terminen de desmovilizarse. Por eso se dio alas a la propuesta sucesora de un Pablo Iglesias que era consciente de que la nomenclatura podemita había apagado en la piscina choni de Galapagar sus antorchas revolucionarias; y, por si le quedaba alguna duda, en mayo del año pasado le quedó claro que los gritos de la calle ya no se alzaban para aclamarle a él, ni siquiera en su distrito vallecano.

En fin, que cuando miraron a los lados para ver quien de entre sus huestes era, por menos friqui, más comercializable, se percataron de que Yolanda estaba pasando de crisálida a linda mariposa, asumiendo con rapidez, y con las facilidades que proporcionan las moquetas ministeriales, el cínico pragmatismo progre. Tendrá que ver en ello la galaica capacidad de adaptación al medio y, sobre todo, que los ojillos de roedor y la sonrisa de hiena describen también su ambiciosa personalidad. Eso sí, no contaban con que el personaje Yolanda chulísima se creyera tan rápidamente su papel y que lo primero que hiciera fuera quitarse de encima la tutela de sus achicharrados creadores. Como en las obras de Pirandello, el personaje no ha querido ser solo un personaje, sino el único personaje, dejando claro que le sobran todos, todas, todes y todo lo demás.

Y en esas estamos, completando lo que, si ocurriera en cualquier otra institución, sería un bochornoso personigrama. Porque lo primero, y por supuesto lo importante, es Yolanda, no el programa, no los partidos, no las ideas. El único programa del «frente amplio» es ella misma, rechazando las cargas ideológicas que limitan su espacio y entorpecen su camaleónico y ventajoso posicionamiento ante cualquier circunstancia. ¡Vamos, la esencia misma del populismo! El problema es que por muy resuelta que quiera aparecer, ella, que es más bien perezosa para todo lo que no sea producirse y darse importancia, no quiere currarse el trabajo de zapa y necesita quedarse gratis, y sin desgastarse en procesos electorales previos, con las estructuras y los medios de unas organizaciones cuyos idearios ha sobrepasado y a cuyos jefes ha puenteado.

Ahora bien, y a pesar del apoyo mediático, tendrá que jugar de mano maestra, porque la tarea no va a ser fácil. En primer lugar, todos los grupúsculos que se agregaban en el antiguo Podemos le tienen que entregar las llaves de las sedes sin cuestionar liderazgos y sin discutir programas, y aceptar ese mesianismo resulta complicado para ateos que además son expertos en pelearse y dividirse. Por otro lado, Yolanda tiene que jugar a ser oposición del Gobierno, pero sin pasarse, no sea que Pedro le retire antes de tiempo el apoyo institucional, el altavoz mediático y el kilométrico del Falcon.

A favor tiene que, según los oráculos políticos, su lanzamiento en solitario vende muchos más discos que el conjunto podemita, entre otras cosas, por haberse constatado que las actuaciones en Vistalegre de los antiguos líderes eran siempre playback. Y también, que la posibilidad de parar a una alternativa de PP más Vox sólo pasa porque a Sumar no le falte ninguno de los sumandos; quitar unos buenos puñados al resto de siglas, pero que estás continúen en la carrera electoral, aboca al conjunto de la izquierda a un resultado catastrófico.

Pues bueno, mientras se faja en esa pelea de egos, intereses y ambiciones, y compone a la medida de su lucimiento un observatorio-plataforma-coalición, pretende estar en un proceso de escucha democrática. Lo peligroso es que ahora en la calle lo único que se oyen son las protestas indignadas y airadas contra el Gobierno. Que tenga cuidado, que como las escuche mucho va a terminar subiendo a la Yolandaneta el ideario de Vox… ¡y al rey Juan Carlos, que es al único que aplauden por ahí!