Opinión

Tezanos: un lacayo frescales

  • Carlos Dávila
  • Periodista. Ex director de publicaciones del grupo Intereconomía, trabajé en Cadena Cope, Diario 16 y Radio Nacional. Escribo sobre política nacional.

Nadie, parece, ha reparado en este escándalo. Esta semana, en la presentación del libelo hagiográfico de José Félix Tezanos sobre el todavía presidente, Pedro Sanchez Castejón, el presidente del Círculo de Bellas Artes de Madrid, un antiguo socialista de nombre y apellidos para olvidar, terminó su atropellada disertación con este grito revolucionario y sanguinario: “A las calles y a por ellos”. Excusamos decir a quiénes se refería, quiénes son “ellos”. El Círculo es un nido de ultraizquierda que sólo guarda una cosa buena: la terraza exterior donde aún se sientan gentes ingenuas y poco informadas que, de saber lo que se cuece dentro, se irían con la cerveza a otra parte para no ser contaminados por individuos como el citado.

Pues bien: en ese ambiente tan propicio, Tezanos exhibió su último panfleto en el que deja claras varias conclusiones: primera, Sánchez es un personaje de un incontrovertible liderazgo atípico; segunda, Sánchez es un ejemplo de cómo actuar en política con convicciones; tercera, Sánchez está en las encuestas del Centro de Investigaciones Socialistas (antes Sociológicas) por encima del 28% en intención de voto y va a ir a más; cuarta, la “Marca Sánchez” es superior en estima a la del propio Partido Socialista; y quinta, nunca, ningún líder del PSOE, ha llegado a tener más del 40% de apoyo popular como Sánchez.

Estos fueron sus mensajes que escucharon con arrobo dirigentes sanchistas como Cristina Narbona, presidenta y alfombra deteriorada del partido, que ha llegado a cultivar, sin despeinarse, esta perla de Tezanos: “Es un hombre siempre positivo, un lujo para todos nosotros”. También estuvo en el mitin de Bellas Artes el palmero de Sánchez, el infortunado Simancas, el jefe del clan que en el Congreso de los Diputados hace de “punto de baile” y encabeza el “aplausómetro” con que sus huestes ovacionan al ¡oh, líder! Hace un tiempo, Simancas, el palmero, glosó otro libelo de Tezanos: “Por una nueva socialdemocracia”, con esta humilde estimación: “Es una aportación definitiva y de gran calidad”. Años después, la obra de Tezanos es libro de estudio obligatorio, ya se sabe, en todas las facultades de Ciencia Política y de Sociología del mundo mundial.

Tezanos se define a sí mismo como un profesor universitario riguroso que reconoce como mejor día de su vida no en el que nacieron alguno de sus tres hijos sino, literalmente, la victoria de Sánchez que fue, asegura: “La fecha más emocionante de mi existencia”. Y a fe que hizo todo lo posible porque así fuera. Tanto que, ya en en el 2015, cuando todavía Mariano Rajoy derrotaba a este individuo que aún nos gobierna, difundió una encuesta que le daba a su jefe adorado ¡ocho puntos por encima del resultado que luego obtuvo! Pero esa pifia, que condenaría a cualquier demóscopo decente al ostracismo o a la cárcel científica, no fue entonces más que el adelanto de las que, después, sentado en la poltrona del CIS, ha venido publicando gracias a nuestros impuestos. Es famoso su fracaso en la previsión de los resultados de hace más de un año en la Comunidad de Madrid cuando otorgó al gris Gabilondo un seguro triunfo muy por encima de la candidata del PP, Isabel Díaz Ayuso a la que calificó desdeñosamente, con periodistas delante, como “una muchacha inconsistente”.

Pero a él las críticas, las descalificaciones por sus inmensos yerros le traen al pairo. Fíjense si no lo que confesaba hace poco tiempo, a un grupo de cronistas que le escuchaban atónitos: “Adivinar los escaños es pura casualidad” y “Yo no profetizo, trabajo”. Estas dos afirmaciones fueron seguidas en aquella ocasión por terribles invectivas contra los sondeos privados y, directamente contra sus promotores. Aquí quedan sus afirmaciones: “Las encuestas privadas son pura brujería”, “La demoscopia privada no es sociología, es parapsicología”, y “Todos los sondeos, menos los oficiales del Centro (el CIS) son de diseño, no tienen ninguna fiabilidad”.

Pero a él, todas esta apreciaciones que, año tras año, saltan por los aires, le traen -digo- por una higa. Está al servicio -y lo reconoce sin ambages- del “líder más sólido que haya tenido nunca el PSOE”, incluidos en esta categoría Felipe González y su mecenas Alfonso Guerra al que traicionó hasta el punto de robarle la presidencia de la “Fundación Pablo Iglesias” para quedársela él para su uso y disfrute especulativo. Ahora, desde la revista Sistemas vomita de vez en vez presuntos alardes pseudocientíficos con una sola intención: proclamar la vigencia del izquierdismo doctrinal en contra de la caída, sin freno, de las ideologías conservadoras y liberales. Estas últimas, por cierto, se las apropia en ocasiones sin pudor para indicar que donde residen mejor es precisamente y poco menos que en la Internacional Socialista.

Ya no tiene edad para acumular más felonías como la que perpetró contra su mentor Alfonso Guerra. Eso le va a salvar a Sánchez, que ya en las estribaciones, en la parte baja, de su potencia política y electoral, le seguirá utilizando para sembrar la confusión y el desánimo entre los seráficos ciudadanos del centro derecha que aún creen que un Centro oficial, pagado con nuestros dineros sisados, no puede mentir con ese arrojo, esa desvergüenza, como lo hace, muestra a muestra, el CIS de Tezanos.

Sánchez se orinó, porque ya le resultaban inadecuados e inservibles, encima de José Luis Ábalos y de la simpática Carmen Calvo, y un día -lo verán- lo hará con Tezanos. El tipo que, para llevar a Sánchez a la primacía del PSOE, aparte de engendrar todas las trampas imaginables, presume de haber creado (mentira) una plataforma de 800.000 personas, con trescientos redactores de mensajes, para lograr el pragmático objetivo de convertir a Pedro Sánchez Castejón en el presidente más odiado de la vigente democracia española. El lacayo de Sánchez es un frescales. Aunque nos hemos quedado alicortos en la denominación. Busquen entre sus sinónimos y encontrarán otros adjetivos más contundentes. Vergüenza da el lacayo.