Opinión

El silencio mortal de dos horas y media de la Confederación del Júcar

En medio del cruce de reproches entre el Gobierno autonómico de Mazón y el Ejecutivo de Pedro Sánchez, tratar de adivinar qué falló el martes de 29 de octubre es un ejercicio complejo, porque se corre el corre el riesgo de perderse en un entramado de competencias administrativas que, al final, derivó en un fracaso mortal. Ahora bien, constatada que la alerta llegó tarde y mal, cabe preguntarse en qué medida los organismos encargados de suministrar información a la Generalitat valenciana contribuyeron a que la respuesta de las distintas administraciones fueran un fracaso colectivo de trágicas consecuencias.

¿Cómo es posible, con la que estaba cayendo, que la Confederación Hidrográfica del Júcar, dependiente del Gobierno de Sánchez, mantuviera un inexplicable silencio de más de dos horas sobre la brutal crecida de la rambla del Poyo, epicentro de la tragedia por la  DANA? El organismo público, dependiente del Ministerio para la Transición Ecológica, no alertó del aumento del cauce hasta que la situación ya era crítica. Desde las 16:13 horas, cuando se comunicó un valor de «28,7 m³/s con tendencia descendente», hasta las 18:43 horas, cuando ya alcanzaba los «1.686 m³/s con tendencia ascendente», no se remitió ningún aviso a las autoridades de emergencias.

A esa hora la situación ya era desgraciadamente incontrolable. El análisis de las comunicaciones electrónicas emitidas es día por la Confederación del Júcar revela que, sin embargo, sí informó, por ejemplo, del estado del caudal en Guadassuar.

Sin embargo, la tragedia vendría por el barranco del Poyo, que arrasó con las localidades aledañas, como Paiporta. Y cuando se informó de la crecida en la rambla, a las 18:43, se hizo sin advertir del peligro inminente, de una forma fría y escueta. Eso no quita para seguir denunciando que la alerta enviada por la Generalitat valenciana llegó tarde y mal, pero en esta tragedia hay quienes, como el Gobierno de Sánchez, pretenden ponerse de canto en una suprema exhibición de cobardía moral.