Ni paella ni tortilla de patata: el plato que pedía Zapatero cuando vivía en La Moncloa
Fue el quinto presidente del Gobierno de España
Estuvo en la presidencia entre 2004 y 2011
Julio González de Buitrago fue cocinero de Moncloa
Cuando se habla de la vida cotidiana de un presidente del Gobierno, pocas veces se piensa en los detalles más prosaicos, como lo que come cada día. Sin embargo, hay aspectos aparentemente menores que también cuentan historias sobre el carácter y los hábitos de quien ocupa el Palacio de La Moncloa. En este caso, ha sido el ex jefe de cocina de la residencia oficial, Julio González de Buitrago, quien ha sacado a la luz una de las costumbres culinarias menos conocidas de José Luis Rodríguez Zapatero durante sus años al frente del Ejecutivo. Y lo cierto es que el plato que más veces solicitaba poco tiene que ver con los iconos gastronómicos que uno podría imaginar.
Ni arroces valencianos ni la omnipresente tortilla española formaban parte habitual de sus preferencias. Lo que Zapatero pedía cuando se quedaba solo en La Moncloa era un potaje de garbanzos con gambas, una combinación sencilla, con base tradicional, que se alejaba de las sofisticaciones, pero que también se salía de su dieta habitual basada en verduras cocidas y platos sin grasas. Lo curioso no es solo su elección, sino el contexto en que solía pedirlo.
La dieta que seguía Zapatero
A diferencia de otros presidentes que pasaron por La Moncloa, Zapatero mantenía una rutina alimenticia muy estructurada. El cocinero recuerda que durante su mandato se eliminaron por completo los fritos, la nata, los postres con alto contenido calórico y cualquier exceso que rompiera una pauta basada en productos hervidos, hortalizas frescas y guisos muy medidos en grasa. Tanto él como su familia seguían estas indicaciones al pie de la letra, lo que obligó a rediseñar muchos de los menús tradicionales del palacio para adaptarlos a sus preferencias personales.
Sin embargo, hubo una excepción que quedó grabada en la memoria del chef. En una ocasión, con la residencia presidencial vacía y sin más comensales que el propio jefe del Ejecutivo, el menú dio un giro inesperado. Fue entonces cuando Zapatero solicitó que se le preparase un potaje de garbanzos, no el clásico con chorizo o morcilla, sino una versión más ligera y sofisticada con gambas. Una elección peculiar que sorprendió al equipo de cocina, acostumbrado a menús mucho más austeros.
El potaje de garbanzos con gambas representa algo más: la presencia de la cocina tradicional en los espacios del poder, una forma de conexión entre la vida institucional y la doméstica. A pesar de la rigidez de su régimen alimenticio, Zapatero recurría a este plato como un gesto de concesión, un descanso momentáneo en su controlado menú diario.
El antiguo cocinero de Zapatero
El cocinero que reveló este detalle trabajó más de tres décadas en La Moncloa, sirviendo a varios presidentes desde tiempos de Felipe González hasta la llegada de Mariano Rajoy. Esa permanencia le permitió observar las costumbres alimenticias de distintas generaciones políticas, así como los gustos de sus familias. En ese contexto, la elección de Zapatero por un guiso sencillo, aunque con un toque marino, se entendió como una pequeña licencia en una rutina marcada por la sobriedad.
A pesar de que el ex presidente nunca fue especialmente dado a excesos gastronómicos, sí parecía tener cierta inclinación por los sabores de cuchara. El potaje de garbanzos con gambas, más suave que otros de su categoría, lograba encajar dentro de unos márgenes saludables, sin renunciar del todo al sabor. No era un plato que se sirviera con frecuencia, ni siquiera durante visitas oficiales, pero se convirtió en uno de esos pequeños guiños personales que todo jefe de Gobierno acaba dejando en su paso por La Moncloa.
Fuera de su entorno familiar y político, la imagen de Zapatero nunca estuvo muy asociada a lo culinario. No se conocen restaurantes favoritos ni grandes anécdotas ligadas a mesas de conocidos chefs. Su discreción pública se trasladaba también a la mesa.
El Palacio de La Moncloa
La cocina de La Moncloa es mucho más que una simple estancia. En ella se han cocinado decisiones políticas, se han debatido estrategias con platos en la mesa y también se han vivido momentos de rutina doméstica que escapan a los focos. González de Buitrago, el chef encargado durante más de tres décadas, ha sido testigo de todo ello.
La experiencia de este cocinero demuestra que incluso los presidentes más comedidos dejan, en algún momento, que sus gustos personales afloren. A menudo, lo hacen en los momentos más privados, alejados del protocolo, cuando la familia no está, las reuniones se han terminado y el silencio de La Moncloa permite un breve respiro. En ese marco, un sencillo potaje puede decir mucho más que un discurso público.
Este episodio, aunque trivial a primera vista, da pie a reflexionar sobre el tipo de alimentación que mantienen los líderes políticos y cómo esta puede influir en su día a día. Si bien no se puede deducir nada sustancial de una receta aislada, sí es interesante observar cómo incluso figuras con un gran control sobre su entorno y sus rutinas, de vez en cuando ceden a la comodidad de un plato familiar. En el caso de Zapatero, ese gesto tuvo forma de legumbre y marisco, sin adornos.
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