Si la número 3 de Sanidad contara la verdad…
Por «problemas de agenda». Con este argumento, una burda excusa, la número 3 de Salvador Illa y directora general de Salud Pública, Pilar Aparicio, no comparecerá finalmente este martes en el Congreso de los Diputados. Tampoco el secretario general de Sanidad, Faustino Blanco, y la directora de la Agencia Española del Medicamento, María Jesús Lamas. Hasta en dos ocasiones, PSOE y Podemos llegaron a bloquear su comparecencia -en pleno estado de alarma, el Gobierno socialcomunista adujo exceso de trabajo- y tampoco será ahora cuando se sometan a las preguntas de la oposición.
Las razones por las que el Ejecutivo socialista está tratando de evitar que Pilar Aparicio de cuenta de su actuación durante la gestión de la crisis sanitaria es sencilla de entender: la número 3 de Illa no descartó la cancelación obligatoria de eventos de masas días antes de las manifestaciones feministas del 8-M. Es más, en una entrevista Aparicio no escondió la preocupación del Ministerio por el avance de la epidemia e, incluso, fue más allá: «Estamos en un momento con un número importante de casos, que van aumentando y probablemente en los próximos días se irán actualizando. Tenemos varios pacientes en UCI y eso nos preocupa. También en trabajadores sanitarios, que nos preocupa doblemente, y ya tenemos un primer fallecido. Nos preocupa que este virus se pueda instalar en nuestra sociedad», admitió.
Parece obvio que la comparecencia de Aparicio en el Congreso de los Diputados preocupa al Gobierno socialcomunista, porque frente a la postura del Ejecutivo, que por entonces negaba públicamente los riesgos e insistía en jalear la concentración del Día de la Mujer, Aparicio expresó su preocupación por el avance de la pandemia. De ahí que a partir de ese momento dejara de ser la portavoz del Ministerio de Sanidad y quedará relegada en las comparecencias públicas. O sea, la consigna fue que no hablara. Esa es la razón que está detrás de los intentos del Gobierno por evitar su comparecencia en el Parlamento.
Lo de los «problemas de agenda» es una excusa, la demostración más palmaria de que Aparicio se ha convertido en un problema para el Ejecutivo, porque fue de las pocas que, en vísperas del 8-M, se apartó del discurso oficial de que no había riesgos y todo estaba controlado. Primero se justificaron en que tenía mucho trabajo y ahora se han inventado problemas de calendario. Si Aparicio contara la verdad…
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