Si defiende subir impuestos es que vive del Estado
El Gobierno acaba de regalar treinta y cinco millones de euros para digitalización a los medios de comunicación que ya están digitalizados. Han elegido «digitalizar» como título de la convocatoria porque quedaba feo poner en el BOE que el dinero iba destinado a proteger las mentiras de Sánchez y tapar la delincuencia institucional. En la cueva de Alí Ferraz, el hampón y sus secuaces son mangantes, pero no tontos. Nos suben impuestos para seguir comprando a la prensa. Roban al que produce para mantener a los vividores de la mentira. Pero ahí están y siguen estos robaperas sin escrúpulos, disponiendo del fruto de nuestros impuestos para comprar la voluntad de los que dicen representar la vigilancia del poder. Son tiempos de mercenarios sin moral y mercaderes de la verdad, a los que también conviene expulsar de ese templo común que es el espacio público para recuperar cierta dignidad política.
El Gobierno socialista dispone a conveniencia de los millones que previamente roba al ciudadano porque nadie fiscaliza su labor. Porque la insumisión fiscal sigue siendo un imposible en un país esquilmado, donde un sector privado cada vez más escuálido mantiene a un sector público cada vez más grasiento. Con los falsos representantes de empresarios y autónomos recibiendo mes a mes su bizum gubernamental en forma de subvención, y el principal partido de la oposición entendiéndose con los que han contribuido a degradar el sistema, cada vez es más complicado encontrar a quien no viva del ciudadano normal, ese autónomo y obrero que se parte el espinazo para alimentar a su familia, educar y vestir a sus hijos y producir en la España estancada. Y, aun así, se queda sin recursos el diez de cada mes gracias al insaciable poder depredador de los impuestófilos.
Y todo, en la misma fecha que una publicación en X del ex diputado de Ciudadanos y quizá el político que más ha hecho gala del buen uso parlamentario de su función, Pablo Cambronero, ha hecho saltar por los aires la supuesta credibilidad de AECID, la agencia de cooperación exterior dedicada a la generosidad mundial, pues destina el dinero que el gobierno nos esquilma en satisfacer las necesidades perentorias de otros países sin que a nadie le interese saber causas y motivaciones. Mientras en España «no hay dinero» para ayudar a las víctimas de la DANA, mejorar la atención sanitaria y la calidad educativa o bajar los impuestos para no ahogar más a las familias, el gobierno social comunista regala millones a países como Colombia, El Salvador o Mauritania sin explicación alguna.
No es casualidad que los zurdos patrios defiendan este saqueo fiscal constante, un canto a la depredación del bolsillo del contribuyente que resume una asfixia económica sin precedentes en la historia. A todos ellos les une el mismo denominador común: viven del Estado, de manera directa o indirecta y, por tanto, necesitan que el Estado recaude lo máximo posible para poder mantenerles y pagarles su subsistencia o su elevado tren de vida.
Si usted se encuentra con algún zurdo que sostenga que pagamos pocos impuestos o justifique las más de ochenta y una subidas que hemos sufrido desde que el sanchismo acarició poltrona, investigue de qué vive el sujeto, o su jeta: tal vez tenga montada alguna asociación que dependa del presupuesto público, o recibe alguna ayuda/subsidio del Estado, o es un jubilado de voto cautivo, o un joven de bono costumbrista, o es funcionario parasitario, o un Vallín a sueldo, o un Broncano de la vida, o una Intxaurrondo limpia alfombras, o tertuliano (me vale aspirante) de RTVE, o enchufado de ministerio prescindible, o director de observatorio totalitario, o enviado especial del gobierno para alguna causita fragmentaria, o eurócrata 2030, o director de cine sin talento, o cultureta con ínfulas, o progre de noches turbias y poco feministas. Es posible hasta que forme parte de varias de estas categorías del trinque.
Todos, sin excepción, quieren más y más impuestos, y bajo el mismo eslogan caduco de siempre: hay que pagar sanidad y educación. Vuelva usted, lector, a preguntar, a quien le defienda que pagamos poco al Estado, por el colegio al que lleva a sus hijos y si posee un seguro médico privado. Va a estallar de júbilo con las respuestas. Y si además justifica como buen progre hooliganero la inmigración sin control, indague si es el primero que ha acogido a un inmigrante de Cruz Roja y openarms en su vivienda. Recibirá otra contestación graciosa en ese muestrario de contradicciones eternas que adornan la vida y milagros de la izquierda caviar, la hiprogresía XXL.
La única salvación que tenemos los sufridos paganinis, frente a esta patulea cochambrosa y recaudadora, es apelar al primer gobierno post sanchista para que su medida inicial sea auditar las cuentas públicas y llevar ante la justicia a quienes hayan malversado un euro de la caja común. Claro que para eso hay que eliminar el concepto destetado de papá Estado y quitarse la caspa socialdemócrata con la que contentas a tus enemigos, pero insultas a tus votantes. Desmontar el sanchismo pasa por hacer del Estado la radiografía de un sifilítico. Y cuando llegas a la política, no todo el mundo está dispuesto a vivir de su esfuerzo sin sacrificar su privilegio.
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