Opinión

Secuestro del Estado

Un total de 140.000 millones de euros va a gestionar un Estado infectado de partidismo, trufado de corrupción, carente de controles rigurosos y burocratizado, que ha creado estructuras innecesarias en la Administración central, autonómica, provincial o local para colocarse ellos, familiares y amigos.

Aeropuertos sin tránsito de personas construidos para embolsarse millones, AVE sin pasajeros, polideportivos en pueblos que ni acudiendo el 100% de sus habitantes y localidades cercanas sería sostenible; ser amigo de quien tiene capacidad de decidir o influir te hace pasar de empresario frustrado sin ideas ni capacidad a empresario millonario. Depende de tus amistades, no de tu capacidad, y eso ocurre igual con gobiernos de izquierda, derecha, nacionalistas, comunistas o independentistas. Se usa y abusa de fondos del Estado para protección, pompa y boato en las instituciones, prácticas heredadas de la dictadura mantenidas y extendidas con la excusa del terrorismo en esta partidocracia con máscara de democracia. Comportamientos propios de dictaduras bananeras, no de democracias.

Los partidos sustituyen al Estado; el ejecutivo manda en el legislativo e influye en el judicial. El dedo del líder decide las listas y los diputados obedecen por el pesebre, como los demás en otros organismos que sirven a su señor, que les ha colocado con salario estratosférico comparado con la media del país o la profesión del designado (Defensor del Pueblo, Tribunal de Cuentas, CNMC…).

El último escándalo conocido, que afecta al padre del presidente, Playbol, ha pasado sin pena ni gloria recogido sólo por este diario. Antes ha habido otros no aclarados (viaje de la vicepresidenta de Venezuela, dinero público para traducir al catalán, Espadas al Senado para mantener un sueldo…); los medios de comunicación de masas están subvencionados, condicionados, por los poderes públicos de todas las administraciones y todos los partidos. Políticos profesionales que no han superado nunca una oposición ni han hecho otra cosa en su vida que medrar y obedecer en el partido-secta (todos lo son).

“Nadie quedará atrás”, dice el Gobierno, mientras millones de ancianos y enfermos hacen colas en entidades públicas o privadas; ancianos no atendidos en su Centro de Atención Primaria exigiéndoles que obtengan cita por internet. No saben. Pasan horas de pie en la calle llueva, nieve o ventee o a pleno sol en verano, y algunos retrasan tratamientos pudiendo tener secuelas graves por ello. Sé que es competencia de las comunidades autónomas, pero seguimos siendo una nación con una Constitución y hay un Gobierno de España que es responsable de la salud de su ciudadanía. Ancianos a los que cualquier empleado en cualquier banco se niega a recoger o entregar dinero y lo remite al cajero automático. Un gobierno lejos de la gente en sus coches oficiales, residencias, pompa, boato, escoltas (para protegerse de la indignación de la gente del pueblo), y cargando al Estado costes que deberían abonar de sus bolsillos ministros, altos cargos, diputados y otros de la casta privilegiada.

Del precio de la luz, el IPC, o la sedición de parte del Estado en Cataluña contra la lengua oficial en España, el castellano, se escribe y leemos a diario, sin reacción del Gobierno de la nación porque necesita los votos independentistas. Una democracia que normaliza los ataques a la nación y sus símbolos, sumado a la mentira habitual de su clase política está condenada. No saldremos más fuertes; unos pocos saldrán con sus faltriqueras, de familiares y amigos llenas, pero, además de los ancianos de hoy, las próximas generaciones seguirán pagando con colas de hambre, sangre, sudor y lágrimas la deuda contraída, los préstamos que habrá que devolver y la indigencia ética derrochadora de nuestra clase política.