Opinión

Y Sánchez prometió por su «conciencia y honor»

Tal y como estaba previsto desde Waterloo, Sánchez consiguió la confianza del Congreso y prometió «por su conciencia y honor» -en la Zarzuela ante SM- el cargo de presidente del Gobierno ejerciéndolo con «lealtad al Rey, y guardar y hacer guardar la Constitución…».

Les faltó tiempo a los cooperadores necesarios de su nombramiento para colocar su «conciencia y honor» en su debido lugar en el pudridero de la historia. La correveidile de Puigdemont le recordó lo que habían firmado, y que la amnistía era tan sólo el punto de partida. Era la contraprestación a la investidura, a la que deberá seguir el reconocimiento «nacional» y el desguace del Estado en Cataluña para que avance la legislatura, y todo ello debidamente controlado desde Ginebra por los desconocidos auditores, cual pacto internacional, de «nación a nación».

Por su parte, en Bilbao, Junqueras reafirmaba con Otegi el acuerdo con Bildu para conseguir un nuevo modelo territorial reconociendo la plurinacionalidad del Estado y el derecho a decidir de sus naciones. Nada más adecuado para ello que unirse a la manifestación que, en paralelo a la multitudinaria desarrollada con epicentro en La Cibeles de Madrid, se efectuó en Bilbo.

Gara, el diario oficial del aberztalismo, daba cumplida cuenta de los cantos, consignas, banderas y pancartas de esa marcha, cuyos asistentes son la esencia de los seis escaños de Bildu, socio prioritario de Sánchez y el PSOE, para culminar su infamia. Pretender un «reencuentro entre españoles y mejorar la convivencia» como justificación de esa ignominia es una muestra de cinismo difícilmente superable, cuando los 27 escaños que Sánchez y Yolanda han sumado para la investidura proceden de formaciones políticas separatistas, con la excepción de la diputada de Coalición Canaria -que en un ejercicio de zigzagueo digno de mejor causa votó la investidura anunciando que no apoyará la Ley de Amnistía mientras gobierna en Canarias en coalición con el PP-.

El PNV confirma el papel de felón político continuado y secundario en el drama tras haber propiciado el éxito de la censura que desalojó a Rajoy para encumbrar a Sánchez tras haber pactado con él unos días antes los primeros presupuestos de la legislatura.

No hay precedentes en la historia de una situación como la que estamos viviendo en España, que obliga a preguntarse seriamente acerca de a qué intereses -además de a los suyos- está sirviendo Sánchez. Formar un gobierno apoyado en quienes son declarados enemigos de España, troceando el Estado, anulando al Poder Judicial negociando con un fugitivo de la Justicia -reconociéndole como «exiliado» para evadirse de su máxima responsabilidad en la organización y ejecución de un golpe de Estado- y someter la gestión gubernamental a unos relatores internacionales fuera de España, supera todos los límites imaginables en un gobernante.

Con Bildu y el PNV compitiendo entre sí para ver quién arranca más jirones de dignidad a España, con la mirada puesta en las próximas autonómicas y Ajuria Enea en el horizonte, los conmilitones de Patxi López esperan seguir instalados en el gobierno vasco sea con Bildu o con el PNV, en una muestra clara de lo que son.

Por su parte, los separatistas catalanes ERC y Junts, mutatis mutandi, mientras Puigdemont deshoja la margarita de su retorno triunfal a la Plaça de Sant Jaume. El papel lo puede aguantar todo, pero la paciencia y la dignidad de los españoles no parece asumir tanta indignidad. Hasta la Asociación Catalana de Historiadores ha salido a la palestra con un comunicado poniendo los puntos sobre la íes del falsario relato de la misma historia que acompaña a lo firmado por Sánchez Pérez-Castejón con sus socios Puigdemont y Junqueras. Que comienza por convertir la Guerra de Sucesión a la Corona de España en una inexistente guerra de secesión. Va a ser una legislatura en la que confiamos se va a cumplir una vez más el aforismo de que «no hay mal que cien años dure» y «que por bien no venga».

Sánchez y las siglas PSOE ya tienen un lugar asegurado donde su aliada y correveidile Nogueras denominó- corrigiéndola- como el «pudridero y estercolero» de España.