Sánchez, fétida descomposición
Es el único que no parece saberlo. Pero a su alrededor todo huele a muerte política y fin de ciclo al más puro estilo de aquellos autócratas de antaño. Sin embargo, habrá que reconocer al máximo responsable del caos global en el que actualmente chapotea España, esa voluntad indomable por resistir contra toda evidencia democrática, como si ello le produjera un placer supremo.
Pedro Sánchez en esencia pura el que podremos contemplar este fin de semana durante el cónclave que le han organizado en Sevilla. ¿Esencia pura sanchista? Sí, en efecto. Arrogancia, mentira tras mentira sin pestañear, repetición de falsedades sin que se le mueva un pelo, ausencia de la más mínima autocrítica para aceptar una realidad podrida, todo ello sostenido por una base de aprovechamiento de su postura institucional en beneficio propio.
Los jueces y la prensa libre son esencialmente culpables del laberinto putrefacto en el que chapotea el sanchismo y los corolarios que le sustentan. No todos, evidentemente, porque su decidido asalto al Poder Judicial desde el momento mismo que llegó al poder ha conseguido colocar a sus conmilitones afines con toga, por ejemplo, en el Tribunal Constitucional, en el Consejo General del Poder Judicial y, sobre todo, en la Fiscalía. Aun así, un puñado de profesionales limpios e independientes le han llevado al límite. La prensa libre, con tantas dificultades económicas y logísticas, inasequible al desaliento, ha conseguido desenmascarar las distintas mafias levantadas con fruición por el sanchismo.
Hoy, tras seis años y medio de poder, para una inmensa mayoría de españoles a los que Sánchez y su Marichús han esquilmado contributivamente sin piedad, se han hecho una idea: el Gobierno es una banda de trinkones (con todas las presunciones que se quiera) y mentirosos; un Gobierno que achica agua contaminada que amenaza con ahogarles. Un jefe de gobierno perdedor en las elecciones que no ha dudado en retorcer las más elementales leyes democráticas para apuntalarse personalmente a un poder que no le corresponde.
Y en esto llegó Victor de Aldama, utilizado durante mucho tiempo para filtrar sus fechorías. Se creyeron tan impunes que no guardaron ni las formas. Suele pasar a los chulos sin causa. Aldama, presunto y confeso delincuente, es el estilete envenenado que ha entrado en la intercostal gubernamental con fiereza y mortalidad.
En cualquier escenario europeo y del resto del mundo libre, Sánchez hace tiempo que estaría sentado ante un juez instructor. Todavía se conduce como si ningún olor irrespirable se hubiera instalado a su alrededor. La cuestión es saber por cuánto tiempo. Su presente es claramente insostenible. Sí, el «puto amo…» a la deriva, completamente al albur del cierzo.
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