«Salimos más fuertes»
Mientras los españoles estábamos confinados en nuestros domicilios como consecuencia de unos inconstitucionales decretos que anulaban nuestros derechos ciudadanos para provocar nuestro silencio; mientras nos despertábamos cada día con las noticias del número de compatriotas fallecidos como consecuencia de la Covid; mientras salíamos a los balcones cada anochecer para aplaudir a los sanitarios que luchaban sin medios materiales para salvar las vidas de los infectados por el virus; mientras los inexistentes «expertos» tomaban decisiones que provocaban que se saturaran los hospitales por falta de medios materiales y humanos, se llenaban los cementerios y se arruinaran autónomos, comercios y empresas de toda España; mientras se mantenía cerrado inconstitucionalmente el Congreso de los Diputados para acelerar, sin oposición, todos los procesos de demolición de nuestro sistema de valores y democrático –ley Celaá de Educación, Iglesias/Podemos en el CNI, mordaza a los periodistas y medios de comunicación no sometidos al régimen, activación de la Fiscalía para archivar las denuncias sobre la actuación del Gobierno en la compra de mascarillas…–, el Gobierno de Pedro Sánchez lanzó el 25 de mayo de 2020 un eslogan/mantra: «Salimos más fuertes».
Poco podíamos suponer en aquel momento que ese mensaje de la Factoría Redondo (el gurú monclovita de entonces) iba dirigido a los socialistas que ya en aquel momento estaban organizando una trama de corrupción económica que les permitiría salir –a ellos sí– más fuertes tras haber arruinado el país y haber provocado –por irresponsabilidad, incompetencia y desidia–, la muerte de cientos de miles de españoles. «Salimos más fuertes…».
Llegará un momento –más bien pronto que tarde, en todo caso mucho antes de lo que algunos esperan– en el que se desvelará el alcance de toda esta trama de corrupción institucional marca PSOE, de la que la corrupción económica es solamente una parte y, por muy escandalosa que resulte, ni siquiera la más grave. Los nombres que estamos conociendo de los que se enriquecían con la trama de las mascarillas sanchistas son sólo la punta del iceberg, pues todos ellos forman parte de una trama corrupta diseñada desde las más altas instancias del Gobierno y del PSOE. La opacidad -Cortes Generales cerradas inconstitucionalmente– y la complicidad de la Fiscalía –»¿De quién depende? Pues eso…»– que impidió la investigación de las denuncias contra la compra de mascarillas –no sólo más caras sino inservibles para proteger sanitarios y/o ciudadanos en general–. Y esta trama no hubiera podido operar libremente durante muchos meses si no formara parte de una estrategia y una más que expresa protección de quien estaba en el puente de mando: Pedro Sánchez. «Salimos más fuertes…».
Pedro Sánchez es el capo de la trama. Fue él quien designó ministro plenipotenciario a Ábalos; y lo eligió –como toda la gente de la que se rodea, ya sean socios políticos o camarilla de su partido– porque lo conocía perfectamente y porque valoraba la eficacia de sus métodos y su obediencia. Recuérdese que en los años en los que se inició la ejecución de la trama corrupta de las mascarillas sanchistas, Ábalos no era sólo un ministro nombrado por el jefe del Ejecutivo sino que era también el jefe del aparato del PSOE designado por el mismo que le hizo ministro. Y para conseguir que la trama corrupta se extendiera y tuviera éxito en toda España era preciso que al frente de la misma estuviera alguien con mando en plaza en toda la estructura del PSOE, o sea, el secretario de Organización, mano derecha –y eso lo sabía todo el mundo dentro del PSOE– del secretario general.
El ejecutor de Sánchez era Ábalos, de la misma manera que el ejecutor de Ábalos era Koldo. Cuando la presidenta de Baleares Francina Armengol o el presidente de Canarias Víctor Torres levantaban el teléfono y quien estaba al otro lado dando instrucciones era Ábalos –o Koldo, el guardián de los avales de Pedro Sánchez– todos sabían que el hilo telefónico estaba directamente conectado con Moncloa. «Salimos más fuertes…».
Cuando el ministro Illa –ese tipejo infecto que al frente del PSC se ha negado a guardar un minuto de silencio por los guardias civiles asesinados en Barbate– incluía a la empresa del testaferro Koldo entre las seleccionadas para optar a la compra millonaria de mascarillas a pesar de que su precio era cinco veces superior y su falta de eficacia para proteger del contagio del virus estaba contrastada, Illa no necesitaba que nadie le recordara quién estaba al final de la cadena de mando: el capo Sánchez. «Salimos más fuertes…».
El escándalo de corrupción que algunos medios llaman caso Koldo o caso Ábalos es un calco de otros casos de corrupción institucionalizada marca PSOE que ocurrieron en el pasado. Estamos ante una trama corrupta igual de escandalosa, igual de asquerosa –por el momento y por la procedencia de los fondos sustraídos para enriquecerse financiar, directa o indirectamente, al partido socialista– que otras que le precedieron y que, al parecer, han sido olvidadas y/o perdonadas por los votantes del PSOE. Me refiero al caso Roldán (el dinero de los huérfanos de la Guardia Civil ) y al caso de los eres de Andalucía, en el que desde la Junta de Andalucía arramplaron con el dinero de los parados, para mantener el entramado y la fidelidad del voto PSOE en esas tierras. «Salimos más fuertes…».
Bueno, pues a ver si a la tercera va la vencida y no permitimos que los medios de comunicación sincronizados (Herrera dixit) y la propaganda de propios y ajenos desvíe el foco hacia el guardián de los avales o hacia el hombre que Sánchez puso al frente del Ministerio y del aparato del PSOE. La mafia siempre tiene un capo; y el capo no necesita mancharse las manos ni trasladar la cabeza del caballo hasta la cama del siguiente finado. Recuerden que Al Capone, capo donde los haya, acabó en la cárcel por evadir impuestos. Pues eso. A ver si de ésta Sánchez acaba en el lugar de la historia que le corresponde: sentado ante el banquillo de los acusados.
Sobran los motivos.