El Rey en Argentina y Sánchez de muro contra esa «ola reaccionaria»

Ayer tomó posesión de la presidencia de Argentina Javier Milei, un terremoto en la política de su país y cuya onda sísmica habrá que observar con atención el alcance que tiene en América y en Europa. De momento ya se ha producido desde España alguna significativa reacción, como es lógico tratándose de una país tan relevante y de nuestra común estirpe hispánica. Por una parte, el Rey Felipe VI como Jefe del Estado, ha encabezado la delegación oficial como es habitual en este tipo de ceremonias, y en especial cuando afectan a países de nuestra comunidad histórica como recoge expresamente la Constitución. La novedad es que el «ministro de jornada» que acompaña en los actos oficiales al Rey como Jefe del Estado que «reina pero no gobierna» ha sido un secretario de Estado, en una clara desconsideración del gobierno de Sánchez hacia el mandatario argentino.
Sin perjuicio de ser conocida la lejanía política entre ambos -hasta el punto de no haberle felicitado formalmente todavía como exige el protocolo y los muchos vínculos compartidos entre España y Argentina-, las formas en política son muy importantes, y nunca deben perderse. Para mayor relevancia de dicha actitud, simultáneamente a dicho acto, Sánchez intervenía como invitado a un acto de partido para mostrar su apoyo al canciller alemán Olaf Scholz -hundido en las encuestas- y se explayaba contra «el virus inoculado en la política por la ultraderecha en EEUU con Trump, Bolsonaro en Brasil y ahora Milei en Argentina», entre otros.
Ante ello, alertaba de que en la UE sólo Scholz y él están gobernando ante «esa ola reaccionaria». Lo que se le olvidó decir es que él es el único que gobierna en coalición con los comunistas en la UE, siendo una ideología condenada rotundamente en el PE (junto al nazismo), por sus crímenes contra la humanidad. Eso, además de mendigar el apoyo de un político huido de la Justicia española con varías OEDE para no responder ante ella del golpe de Estado que promovió.
El próximo 9 de junio son las elecciones al Parlamento Europeo y será ocasión de comprobar el apoyo de los socialistas y de los populares en España y en el conjunto de la UE, lo que ante su amnistía tiene una singular importancia en estos momentos. Ya es significativo que no se confíe en absoluto en el Tribunal Constitucional en las actuales manos sanchistas como instancia independiente y de referencia para pronunciarse acerca de su adecuación a nuestra Carta Magna, y se confíe a la superior instancia jurisdiccional de la Unión.
Respecto a la manida «auto amnistía» de los separatistas para asegurarle su permanencia en la Moncloa, ya empieza su tramitación en el Congreso sin informes de los órganos constitucionales -Consejo de Estado y CGPJ- que tienen atribuida esa relevante función de consulta jurídica. Pero no se trata sólo de su obligada constitucionalidad, sino de valorar políticamente esa actuación en manifiesta contradicción con los reiterados compromisos asumidos previamente de descartar dicha posibilidad. Ante el presunto estímulo para la «convivencia» de esa amnistía -invocado por el sanchismo-, es oportuno recordar algún precedente histórico muy significativo.
El historiador Rafael Molina ha recordado lo sucedido en Cuba cuando tras la Revolución Gloriosa de 1868 que derrocó a Isabel II, se desencadenó una guerra por los separatistas isleños apoyados por los EEUU. El gobierno de Serrano y Prim envió un nuevo capitán general con la misión de «negociar» una solución «dialogada» con los insurgentes, concediendo una amplia autonomía a la isla y una amnistía a los insurrectos separatistas. Esas medidas sólo sirvieron para fortalecer a los rebeldes que la utilizaron para retirarse a sus «cuarteles de invierno» y aprovisionarse, extendiendo la rebelión de la manigua a la zona central y occidental de la isla. La reacción de los españoles peninsulares de Cuba, y de los cubanos pro hispánicos, obligaron a cesar al mando militar, el general «dialogante y pactista». Las vicisitudes siguientes confirmaron que aquella política había sido un muy grave error, pagado duramente como es sabido. La historia, «maestra de la vida»: España y separatistas, diálogo, negociación, cesiones y amnistía. «Quienes olvidan su historia, están condenados a repetirla».