Opinión

Rebelde, morboso, multimillonario: Damien Hirst

Damien Hirst lo tiene claro: «El miedo de cualquier artista es que te ignoren, así que si te critican, es maravilloso». Al chico de barrio pobre no le importa que lo difamen. De hecho, le gusta. Creció en la constante turba gris que envuelve Leeds. Ahora, es el artista más rico de Reino Unido con una fortuna que ronda los 1.500 millones de dólares.

Hirst se educó en la religión católica, influencia que más tarde sería un factor clave en obras como ‘The Virgin Mary’, ‘God’ o ‘For the love of God’. Sin embargo, su personalidad indomable nunca ha entendido de catecismos. Su predilección por los líos y la polémica ha sido una constante en su exitosa trayectoria. Hay, además, otro aspecto indispensable que ha marcado su obra: el morbo. Desde muy joven, se mostró fascinado por la enfermedad, las lesiones y la muerte.

Una tendencia que incluso fue reconocida por su propia madre y que lo llevó a diseccionar animales y meterlos en formol. Los defensores de los animales se le echaron encima, los más puristas en el mundo del arte lo calificaron de «aberración». Él, sin embargo, se hizo multimillonario y jamás ha renunciado a esa provocación que tanto dinero ha metido en sus bolsillos y que ha situado su cara en la portada de las revistas más importantes del mundo.

Ese tipo de obras orgánicas son como la propia vida: caducas y decadentes. Con el tiempo, sus animales en formol se descomponen. Ya ocurrió con el famoso tiburón ‘The Physical Impossibilities of Death in the Mind of Someone Living’, por el que uno de los coleccionistas americanos más notables, el genio financiero Steve Cohen, pagó mas de 8 millones de dólares, y cuyo tiburón ha sido ya substituido en varias ocasiones por uno nuevo. La descomposición es sólo uno de los efectos. Otras obras han producido gases tóxicos. Así ocurrió en la sacrosanta Tate Modern de Londres en el año 2012.

Sospecha de plagio

La mayor virtud de un artista es la creatividad que lo define, su diferenciación con todo lo demás. Su mayor defecto, el plagio. Picasso decía: “Lo peor es plagiarse a sí mismo”. Hirst ha sido acusado de plagiar en múltiples ocasiones. Varias de sus obras son imitaciones de otros artistas como, por ejemplo, sus famosos ‘Dots Paintings’, que fueron presentados en los años 60 por el pintor americano Thomas Downing.  Sin embargo, para Hirst plagiar es sinónimo de alabar a otro artista. Tiene un estudio de mas de 100 ayudantes que elaboran la mayoría de sus obras, algunas en su totalidad. Según Hirst, la concepción de una obra está en la idea, no en la elaboración de ésta. Por consiguiente, él es el único y verdadero creador de todas sus obras.

Hirst es rebelde e imparable. Esquiva todas las normas establecidas por el mercado del arte. En octubre del año 2008 en Londres, puenteando a sus galeristas y marchantes, subastó en Sothebys 220 obras. Fue la primera vez en la historia que una casa de subastas dedicaba una venta completa a un solo artista. Estando presente, pude ver cómo la prestigiosa casa se convertía en un mercado de feria al mejor postor. Sus galeristas fueron los primeros en pujar y Sothebys consiguió un récord de 198 millones de dólares.

Éxito empresarial

Como resultado de inundar el mercado con sus obras en un corto espacio de tiempo, desde entonces su producción en cadena ha bajado considerablemente. Uno de sus trabajos mas icónicos, ‘La calavera de diamantes’ —’For the love of God’— costó 14 millones de libras. Fue comprada por él mismo y un grupo de inversores por 50 millones de libras. Sin embargo, se comenta en el mundo del arte que nunca ha conseguido venderla.

Contrariamente a la polémica, Hirst es reconocido por contribuir al posicionamiento del arte británico en el mapa internacional siendo considerado uno de los artistas coetáneos más importantes del mundo.  Sin embargo, su reconocimiento es mas bien discutible y admirado por unos pocos entre los cuales no me incluyo.