Racismo y xenofobia en el pacto de Sánchez con Puigdemont

Sólo la mitad de los madrileños han nacido en Madrid. Lo dice el Instituto Nacional de Estadística (INE), que es quien elabora el Padrón. Más del 20% de los habitantes de la Comunidad de Madrid nacieron en el extranjero y casi un 24% lo hicieron en otra comunidad autónoma. Si en vez de hablar de la Comunidad nos referimos a la capital, ahí los madrileños no superan el 49%, con un 25% de nacidos en el extranjero y un 26% en otras regiones españolas. ¿Qué parecería a los votantes socialistas madrileños ver el logotipo del PSOE en un proyecto de Ley Orgánica sobre inmigración que dijera que un 50% de la población madrileña ha nacido fuera de Madrid? Pues en Cataluña lo han hecho, a cambio de los siete votos del partido del prófugo de la Justicia, el PSOE de Pedro Sánchez ha puesto su logotipo y su firma en un proyecto de Ley sobre inmigración que justifica su necesidad en que «un 24% de la población catalana ha nacido fuera de Cataluña».
Evidentemente, el PSOE y Junts se confunden y esos datos están mal. En realidad, el 24% que dicen que «han nacido fuera de Cataluña», es una errata que se corresponde con los extranjeros nacidos fuera de España y los habitantes de Cataluña que han nacido en otras regiones españolas son sólo el 14% según el Instituto de Estadística de Cataluña. Pero el error en el dato sólo demuestra la incompetencia y pocas luces de los negociadores de ambos partidos. Lo verdaderamente importante está en el hecho de que el PSOE considera que el porcentaje de población nacida en el resto de España que reside en Cataluña es un problema de inmigración que pone en riesgo la identidad, la cultura y la lengua catalana; con independencia de cuántos de ellos han aprendido a hablar catalán, aunque haya sido a la fuerza, como les pasa a los empleados públicos.
El secretario de Organización de Podemos, Pablo Fernández, ha anunciado que su formación va a «votar radicalmente en contra» de este proyecto de ley que ha calificado de «racista». Dicen los morados que es «un acuerdo para descentralizar el racismo», que «compra marcos abiertamente de extrema derecha» por afirmar «que la inmigración es una amenaza para la identidad y para la lengua catalana». Traducido del podemita a un idioma que podamos entender todos lo que ha dicho Podemos es que para que ellos voten a favor de la propuesta de la ultraderecha catalana les tienen que permitir a cambio colgarse la medalla de esa regularización extraordinaria de más de medio millón de inmigrantes ilegales que llevan meses pidiendo. Pero no dicen que la propuesta sea racista y xenófoba por equiparar a los extranjeros con los españoles nacidos fuera de Cataluña, que eso a ellos les debe parecer bien.
No ha pasado tanto tiempo desde que el que fuera presidente de la Generalidad de Cataluña a propuesta de Puigdemont, Quim Torra, afirmara sobre los españoles que somos «bestias carroñeras, víboras, hienas. Bestias con forma humana, que destilan odio. Un odio perturbado, nauseabundo, como de dentadura postiza con verdín, contra todo lo que representa la lengua». Ni siquiera hemos podido aún olvidar cuando Jordi Pujol dijo aquello de que «el gran éxito de Cataluña es que ahora mismo haya inmigrantes que se apellidan Fernández o que son chonis, y hacen proclamas soberanistas», o escribiera esto otro de que «el hombre andaluz no es un hombre coherente, es un hombre anárquico, es un hombre destruido… es generalmente un hombre poco hecho, un hombre que hace centenares de años que pasa hambre y vive en un estado de ignorancia, y de miseria cultural, mental y espiritual». Los independentistas catalanes han sido siempre racistas y xenófobos. La novedad es que ahora ese discurso de odio a los de fuera esté encabezado con el logotipo del PSOE y que los de Pedro Sánchez quieran que se lo traguen sus votantes a cambio de siete miserables votos.