Opinión

Por qué la izquierda no quiere solucionar el problema de la vivienda

Ya lo avisé en estas páginas en mi artículo precedente. La izquierda política le dará la vuelta al calcetín retórico y empezará a situar como problema global lo que ella misma ha generado de manera residual y constante. Ha empezado con la vivienda, no porque le preocupe el problema, sino porque ha visto rentabilidad sociológica detrás. Tras impulsar el gobierno socialista otra medida nefasta para los intereses de los ciudadanos, que se suma a la ley sueltavioladores o la que asfixia a empresarios y autónomos, el acceso a tener una propiedad ha pasado a ser una tragedia nacional de difícil solución.

El zurdo estructural carece, en general, de formación intelectual para entender las leyes del mercado, o los conceptos oferta y demanda. Y cuando logra entenderlos, sólo algunos y en contadas ocasiones, tampoco usa el sentido común a la hora de explicar y aplicar sus postulados. Considera, por pereza intelectual y limitación ética, que todo se soluciona con imposiciones, prohibiciones e intervencionismo estatal a mansalva, aunque se haya demostrado la inviabilidad de estas prácticas una y otra vez. No importa. Ante la falta de vivienda en el mercado y una demanda desatada, la solución de los revolucionarios de salón, y quienes le aplauden, es la siguiente: si un inquilino no puede afrontar el alquiler, lo deja de pagar y listo y así, el propietario bajará el precio. Si este es desorbitado porque además pretende -es su derecho como humano- vivir en pleno centro de una ciudad grande, la solución es okuparlo u obligar al legítimo propietario a poner el precio que al inquilino le salga de los redaños. Tales mentes brillantes ya se han conformado como sindicato -de inquilinos- para vivir del presupuesto público en breve. Las nuevas Colaus que han llenado las calles de eslóganes facilones y gritos infantiles de protesta serán las nuevas portavoces del comunismo futuro, o sea, el de siempre.

Los nuevos defensores de una vivienda digna para todos denuncian ahora que la medida del Gobierno de ayudar (comprar) a los jóvenes con un abono para pagar el alquiler sólo beneficiará a los propietarios. Y ahí llevan razón, si bien la forma de encarar al conflicto que tienen los amigos de Marx es la de siempre: violencia e intimidación, amenaza y revuelta. No entienden otro lenguaje, pues su concepto de la democracia es tan dañino como constante.

Hay que contarle a esta generación de jóvenes sobradamente adoctrinados que el problema de la vivienda no lo han causado los fondos buitre, ni la culpa la tienen los propietarios especuladores que desean sacar beneficios ilimitados a una propiedad privada. La tiene el Estado, y en concreto, el Gobierno socialista (de izquierdas, sí). El precio medio del alquiler ha subido casi un 40% desde que el PSOE y los comunistas llegaron en 2018 a Moncloa. Esto se debe a las medidas puestas en marcha por el gobierno ya en pandemia, y con un carácter estructural; por ejemplo, aquel Real Decreto que prohibía los desahucios por impago y en el que se congelaban los precios por orden de su Sanchidad y su conmilitón bolivariano. Traducido a lenguaje LOGSE: un tercio de la vivienda que estaba en alquiler en España ha desaparecido desde la entrada en vigor de dicha ley de vivienda de 2023, esto es, han reducido a sabiendas la oferta y estimulado la demanda para generar el conflicto social que tenemos hoy, provocando el mayor ataque a la propiedad privada en la historia de la democracia.

Pero ahora viene lo mejor, porque los que se están manifestando contra una ley del gobierno seguirán votando a las siglas que conforman ese gobierno. Y no entienden esas hordas sumisas y pastoreadas, que la izquierda política y sindical que tan bien les representa, no solucionará el problema de la vivienda, porque no le interesa solucionarlo. Desean que el conflicto permanezca para generar un nuevo enemigo con el que azuzar a sus huestes sociológicas: el enemigo ahora es el rentista, más conocido como propietario del inmueble.

Usan ese concepto porque saben de la importancia del lenguaje para modificar conciencias. Quien controla el lenguaje, controla el mundo. Y eso la izquierda lo lleva demostrando más de un siglo. Sobre todo, en la España actual, donde la propiedad privada está en peligro y el okupa tiene la legislación de su lado. De hecho, las amenazas de las neocolaus para revertir la situación y sus fórmulas de solución van a conseguir lo que parecía imposible: que nadie quiera poner su inmueble en alquiler y, en poco tiempo, la oferta ya no escasee, simplemente, habrá desaparecido. Otro triunfo del socialismo interventor y sus ovejas descarriadas, que volverán a tirar de su argumentario pastoral para echar la culpa al neoliberalismo, la especulación, los ricos y la ultraderecha. Ya nos sabemos de memoria el guion de la historia y a sus actores. Hasta eso lo han ocupado.