Opinión

Y ¿qué hacemos con la Fundación Largo Caballero?

Lo del ministro de Cultura, Ernest Urtasun, es el epítome del desprecio a la libertad, algo que en el Departamento que dirige tiene todavía más delito. Este progresista de impostada intelectualidad se nos ha revelado como un totalitario de tomo y lomo, pues un día le da por prohibir el Premio Nacional de Tauromaquia y al otro por extinguir a la Fundación Francisco Franco, tras constatar que no puede ilegalizarla.

Pretende hacerlo a través de una «comisión liquidadora», un órgano previsto en la autodenominada Ley de Memoria Democrática. Y el argumento será que dicha fundación no «persigue fines de interés» al hacer apología del franquismo «con menosprecio y humillación de la dignidad de las víctimas del golpe de Estado, de la guerra o del franquismo, o incitación directa o indirecta al odio o violencia contra las mismas por su condición de tales». No se trata de salir en defensa de la Fundación Francisco Franco, sino de conceptos que a Urtasun le provocan urticaria: libertad o pluralidad, por ejemplo.

Y es que esta gente de Sumar se ha despachado en los últimos días con una batería de propuestas e iniciativas que retratan el carácter totalitario de la formación de Yolanda Díaz. Sus verbos preferidos son Ilegalizar, prohibir, liquidar, extinguir o exterminar.

La Fundación Francisco Franco modificó recientemente sus estatutos para incluir que actuará con el «máximo respeto a las víctimas de cualquier significación del periodo histórico de España entre 1931 y 1977», un matiz que, considera la Fundación, supone un «blindaje legal» frente a la ley, pero al Gobierno no le basta y ya busca la fórmula para darle la puntilla.

Y si se liquida a la Fundación Francisco Franco, ¿qué hacemos con la Fundación Largo Caballero? Porque si esto va de dictadores, Largo Caballero fue un sanguinario socialista que soñaba con convertir España en un soviet.

Una cosa es no sentirse identificado con la Fundación Francisco Franco y con su ideario-algo perfectamente comprensible- y otra liquidarla. O se está con la libertad de expresión o se está contra la libertad de expresión, pero si se está con la libertad de expresión -algo que en este Gobierno hay que poner en duda- se está hasta sus últimas consecuencias para no quedar como lo que son: unos redomados sectarios.