Préstanos a tu ‘nanny’, Irene, y verás qué bien conciliamos
Montero propone que el Estado obligue a los hombres a planchar mientras ella goza de niñera alto-cargo
Montero gasta un millón en su plan ‘Que los hombres pongan la mesa’ mientras goza de niñera-alto cargo
Montero, la ministra con ‘niñera-alto cargo’, lanza una campaña para que los hombres ayuden en casa
Si, según Irene Montero, «el Estado debe garantizar» que los hombres realicen tareas domésticas como planchar la ropa, la pregunta que habría que hacerle a la ministra de Igualdad es cómo. La respuesta de Montero, cuyo totalitarismo dogmático es incompatible con la libertad individual, iría en la idea de crear un cuerpo de inspectores en materia feminista que pudiera violar el domicilio de las personas para comprobar «in situ» si hay hombres incumpliendo la obligación de planchar. El intervencionismo del Gobierno socialcomunista ha llegado a un límite en el que ya no estamos a salvo ni en nuestro propio domicilio. Que los hombres colaboren en las labores domésticas es necesario, pero que sea el Estado quien obligue revela hasta qué punto pretenden imponernos la dictadura ultrafeminista.
Dicho esto, hay cosas que rebelan por lo que tienen de hipocresía. Y es que Irene Montero utilizó como niñera de sus hijos a una asesora de su ministerio. Y quienes la pagaban eran todos los españoles, incluidas las millones de mujeres que no tienen la suerte ni la poca vergüenza de la ministra. Meterse en la vida de los otros cuando en la tuya te guías por el cinismo demuestra la pasta moral de la que estás hecha. La campaña de Igualdad señala que «el Estado debe garantizar el derecho a cuidar y a conciliar en condiciones de igualdad». Pues lo tiene muy sencillo: que ofrezca a todas las familias una cuidadora en las mismas condiciones que la ministra. Todo lo demás es demagogia. Lo que no puede ser es que la ministra que hizo asesora a la cuidadora de sus hijos para que la pagaramos todos los españoles venga ahora a pedir que el Estado vigile si los hombres planchan. Lo que tiene que hacer el Estado -y lo tiene muy fácil- es vigilar que una ministra no utilice a una asesora para llevar a cabo labores domésticas. Por ahí empieza la verdadera igualdad.
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