Opinión

Periodismo libre y unidad nacional

El periodismo libre define una democracia como el sanchismo representa lo contrario. En el décimo aniversario de este periódico, proyecto nacido para contar la verdad desde la correcta deontología profesional, su director, Eduardo Inda, quien lideró el proyecto desde la entonces desértica trinchera de una derecha mediática acomodada al rajoyismo más pusilánime, defendió en su discurso la ineludible obligación que tienen los dos partidos que opositan al PSOE de entenderse antes y después de las elecciones, con independencia del resultado obtenido en ellas. Hablamos de las que se van a celebrar en clave autonómica en los próximos meses y las deseadas generales que deben acabar con la ominosa década de un autócrata henchido de verborrea y corrupción.

Los tacticismos sociológicos que en PP y Vox empiezan en la discrepancia y acaban en la copia, alimentan un escenario que el sanchismo abona sin disimulo: la de la continuidad en Moncloa del hombre que vino a reinar como Fernando VII, con cadenas y sin límites, aupado por una prensa servil y una ciudadanía tan estúpida como crédula, que perdona que le roben con la misma simpatía con la que recibe su dádiva mensual de esclavitud subvencionada. Es la misma gente que te dice que España va bien económicamente, aunque ocupe los primeros puestos en desempleo juvenil, pobreza infantil y deuda pública, escenario que abocan a un corralito financiero de incierto pronóstico ulterior. En cuanto Europa corte el grifo que tapa todos los huecos y deudas de Sánchez con su chantajismo legislativo, se acabó la fiesta de paganinis y trincones.

En dicha tesitura, no se entiende que las dos fuerzas que suman para acabar con la autocracia que se viene, diseñen una escenografía de gresca y diferenciación continuada. Vox lleva tiempo pareciéndose al Podemos que condenó, con propuestas obreristas que buscan rascar voto en esos barrios de izquierdas a los que la inmigración descontrolada y la pobreza estabulada han pillado con el pie ideológico cambiado. Se comprende que, si a la derecha no puedes crecer, optes por buscar nuevos nichos de penetración electoral. Se entiende menos lo que hace Génova, en su permanente búsqueda del voto perdido, el que representa el socialista que nunca abandonará al PSOE y el socialdemócrata que tampoco elegirá al PP, por muy estupendo que se ponga el clan gallego y quienes le susurran al oído. No hay nada más parecido a un votante histórico del PP que uno clásico de Vox. Y si no entienden que esto va de multiplicar fuerzas para acabar con el socialismo político, educativo, institucional y económico, entonces es que no merecen gobernar.

En la conmemoración por la libertad que han supuesto estos diez años de periodismo libre y comprometido con la verdad como bandera y con España como axioma, se reivindicaron en los discursos de celebración una unidad que la nación necesita y los españoles demandan. Allí estaban Feijóo y Abascal, líderes respectivos de las formaciones condenadas al pacto, reivindicando la necesaria prensa libre e independiente como pilar innegociable de una democracia liberal que debe permitir la gobernabilidad de sus instituciones bajo la independencia de sus poderes, quimera imposible en este sanchismo bolivariano que amenaza metástasis autocrática. Y esas palabras, que suscribimos los allí presentes, sólo se harán realidad si empiezan a dejar de mirarse el tamaño de sus floretes y contribuyen a la normalización política, basada en lo que une por encima de lo que separa. Si dentro de dos años, por torpeza política o egos incontrolados, Sánchez continúa en la poltrona, los españoles exigirán responsabilidades, siendo la primera de ellas la sustitución de los partidos cuya utilidad ha quedado más que retratada.