Pedro, vete tú para que no se vayan los demás

Pedro, vete tú para que no se vayan los demás

En la divertida película Wag the Dog de Barry Levinson, atinadamente titulada en nuestro país como Cortina de Humo, un consultor (Robert de Niro) y un productor de Hollywood (Dustin Hoffman) inventan y recrean una guerra de los Estados Unidos con un pequeño e intranscendente país europeo para, a unos días de las elecciones, intentar desviar la atención pública de un escándalo sexual del presidente. ¿No les resulta familiar la trama?

Resulta que aquí, cuando todavía está ardiendo el incendio del Sólo sí es sí, que ha devenido en una disminución real de la seguridad de las mujeres por efecto de la reducción de los castigos a los agresores sexuales, se abre un nuevo foco con el escándalo Mediador, que no sólo se caracteriza por el habitual trinque, sino que trae incorporada la connotación cocaínica y prostibulariamente machista que ya es clásica en los políticos socialistas. Y claro, todo eso, en vísperas del 8M y a pocos meses de las elecciones, tenía que contraprogramarse con nuevas ocurrencias, con estrambóticos anuncios y con una utilización grosera de las noticias de actualidad, como ha ocurrido con el anuncio del cambio de sede de Ferrovial.

El problema de las cortinas de humo es que, a veces, ese humo denuncia un fuego aún más peligroso, un fuego que está arrasando las capacidades de nuestra nación; y la sobreactuada indignación del Gobierno ha servido para publicitar una triste realidad: que, para muchos sectores, para muchos profesionales y para muchas personas -físicas y jurídicas-, nuestro país se está convirtiendo en invivible. El director de Comunicación de Ferrovial no explicita mucho las razones del traslado y, tal como es habitual en las acomplejadas empresas españolas, se atiene a una corrección y discreción que resultan un poco estomagantes. Y eso también contribuye a que el Gobierno pueda aludir a egoísmo, a antipatriotismo y a otras simplezas, y pueda eludir que la razón última de esa salida es que, para una empresa multinacional, partiendo de un simple análisis DAFO, estar establecida en España no es una fortaleza, sino una debilidad y trae más amenazas que oportunidades.

Sin intención de ser exhaustivo, que el tema daría para mucho, repasemos el talento y el liderazgo que estamos perdiendo o que podemos perder. Las constructoras españolas están entre las mejores, y nuestros ingenieros son de los más reputados del mundo, y resulta que ahora, con la salida de Ferrovial, vamos a perder a uno de nuestros campeones en el sector. La medicina en nuestro país tiene un altísimo nivel, con la peculiaridad que es más global y universal que en ningún otro sitio, y, sin embargo, estamos perdiendo en los últimos años más del 25 por ciento de los médicos que formamos y el Gobierno, en vez de dotarla de medios y recursos, la utiliza para dar la batalla política más ruin. La agricultura y ganadería intensivas y la industria agropecuaria son líderes en nuestro entorno y, lamentablemente, el iluminismo ideológico y el radicalismo ecológico del Gobierno y sus socios las están haciendo perder competitividad y, en muchos casos, la posibilidad de subsistir. Lo mismo está pasando con empresas líderes en sectores como la distribución, la generación eléctrica o la banca que, además de sufrir discriminación fiscal, están siendo tachadas ad hominen de insolidarias y explotadoras.

¿O es que nos creíamos que subir compulsivamente los impuestos y minar la seguridad jurídica y la fortaleza institucional iba a salir gratis? ¿O es que pensábamos que la diarrea de absurdas leyes sociales e ideológicas evitaría que los españoles salgan a prosperar fuera, o incentivaría a alguien, que no sea un perroflauta antisistema, a venir a nuestro país?

El daño que está produciendo este régimen no es menor y sus efectos se prolongarán durante mucho tiempo; y eso suponiendo que salgan del poder al finalizar la actual legislatura. Parecería que las vías de agua que se han abierto ellos mismos con sus leyes, sus políticas, sus mentiras y sus corrupciones no van a poder ser taponadas por la factoría monclovita y su frente mediático, pero siempre confían en hacer virtud de la necesidad de permanencia en el poder y, por supuesto, en tener al frente al as del numantinismo.

Por mucho que se empine la carretera y aunque parezca que se descuelgan en las encuestas, cuentan con el manejo del relato y de la propaganda y saben que con una sola cosa que hagan bien, o con una sola cosa que hagan mal en la oposición, volverán a ponerse en cabeza del pelotón. Al contrario, algunos expertos demoscópicos creen que ya es una locura pensar en que el sanchismo pueda remontar y que el sistema tendría mejores opciones con otro candidato. ¿Locura, dicen? Cuando te ves tan alto, tan guapo y tan listo como el presidente a sí mismo, uno se siente capaz de todo. Y es que Pedro Sánchez es como aquel paciente que, en el diván del psiquiatra, se queja de que no le ovacionan y aplauden cuando pasea por la calle.

–Bueno– Contesta el médico. –A mí tampoco me saluda nadie.

–Ya– Contesta el tontoloco. –Pero usted no es Sofía Loren.

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