Opinión

PDC, la muñeca rota

A menudo, una muñeca rota y gastada por el exceso de uso sirve para practicar habilidades olvidadas o en desuso. Esas que siempre pensamos que nos venían grandes. Algunas sufren las prácticas de médicos noveles antes incluso que un cuerpo inerte. Otras son descubiertas en nuestro baúl de la niñez tras 20 años de olvido con cortes de pelo y mutilaciones más propias de algún rito satánico que de las manos de un niño. Y otras, como la ex CDC, pueden servir para que el Partido Popular practique de una vez algo que lleva 30 años esquivando. Algo que la nueva hornada de políticos que precederá a Rajoy deberá poner en liza: el arrinconamiento mediático, institucional y financiero del independentismo premiado por todos los gobiernos del PP y el PSOE con cifras millonarias para romper España con la única condición de que la brecha sólo se abra un poquito. La nueva Convergencia es esa oportunidad. Esa muñeca rota y gastada lista para recibir, de una vez por todas, la beligerancia del PP mucho más allá de las sentencias del Tribunal Constitucional.

Hasta Francesc Homs se ha dado cuenta mientras aseguraba que la sentencia del Tribunal Constitucional es, en realidad, el inicio de campaña de cara a los terceros comicios. Sobre todo para el PP y Ciudadanos. Hasta él les daba la clave. El jefe de la troupe de las ‘Chochonas’ independentistas —Homs, Mas, Puigdemont y Forcadell— sabe que la estocada a su grupo es una oportunidad incontestable para que Rajoy y Rivera se luzcan en el coso electoral. Homs se sabe residuo del partido de Roca Junyent, uno de los padres de la Constitución. Sabe que su único destino es el abismo, y que lo único que él podrá elegir es quién le empuja dentro: el PP o las CUP. Porque, tal es el punto de degradación política acumulada por los convergentes, que dependen de la moción de confianza a la que serán sometidos en septiembre por parte de Anna Gabriel. Los jerarcas del Pujolismo en manos de la niña de la copa menstrual.

PDC sabe que el negociado independentista ha sido asimilado con carácter de exclusividad por la extrema izquierda catalana, que les ha tirado del coche en marcha a la cuneta política. Y sabe que es irreversible. Que su refundación únicamente pasa por la extinción de la hoja de ruta independentista porque burgueses de pelo cano y de derechas ya no cuentan en eso de hacer el “nou país”. Sabe que, antes que elegirles a ellos, su electorado ha preferido importar y subsidiar boludos chetos de provincias argentas hartos de mascar hojas de mate como Pisarello y demás escapistas del hambre kirchnerista ahora recalados en En Comú Podem.

La actual PDC es una oportunidad única para que los populares dejen de esconderse bajo las faldas de la tercera cámara y asuman su responsabilidad, la iniciativa y la ética política olvidada mediante la aplicación del artículo 155 de la Constitución y la apertura de procesos penales a aquellos que sienten el mismo respeto por las instituciones españolas que por un burdel de carretera. El fin de Homs, Puigdemont y Forcadell es un paso obligado, porque el jaque independentista no acaba. Comienza con nuevos actores. Su avalista ya no es Pujol, es Otegi hurtándonos la libertad y manoseando el significado de la paz y la solidaridad. Sus cuarteles ya no son las sedes embargadas de Convergencia. Son los contenedores incendiados de Gracia. Y poner fin al terrorismo institucional ya no es opcional. Es el único camino para recuperarnos como nación civilizada.