Opinión

¡Al cuerno los Països Catalans!

  • Carlos Dávila
  • Periodista. Ex director de publicaciones del grupo Intereconomía, trabajé en Cadena Cope, Diario 16 y Radio Nacional. Escribo sobre política nacional.

La denominación catalanista viene de los tiempos de la Transición en que se suscitó una encendida polémica en torno al título que debería llevar la nueva región autónoma que comprendía Valencia, Alicante y Castellón. El debate fue tan crudo que, al final, se llegó a un acuerdo descafeinado porque eran tiempos de consenso y la práctica llevaba a amaños decolorados. Se arrumbó la iniciativa históricamente bien fundada de Reino de Valencia, se pudo huir de los malditos Països y se quedó en una descomprometida Comunidad Valencia que era poco más que el retrato de una sociedad de vecinos.

Sin embargo, los socialistas y los comunistas, pero sobre todo los primeros, siempre tentados de acogerse a los brazos colonialistas de los catalanes, han seguido aspirando a fundirse en un sólo paisaje con Cataluña y por eso no han renunciado al estrambótico e irreal Països. Durante todos estos años ha proseguido en consecuencia una doble lucha: por una parte, la de la izquierda (ahora los comunistas-leninistas han sustituido al PSOE) que mientras gobernó en la Generalidad el centro derecha no tuvieron otro remedio que comerse con patatas el horrendo Països, y la de UCD y en este momento el PP, que sin plantear la batalla idiomática a campo abierto ha logrado que se imponga la ambigua Comunidad que parece molestar a pocos.

Pero he aquí que hace siete años llegaron al poder los socialistas de Ximo Puig aliados con Compromis, una suerte de Podemos soviético que sufre por principal característica del pecado que siempre ellos denunciaron y que les deparó una cierta prestancia: la corrupción. En este instante preciso tienen a Mónica Oltra, cubierta de basura por favores repulsivos a la desfachatez inmoral de su ex marido. Puig ha tenido tiempo a su lado a esta señora Oltra, hoy socia de Yolanda Díaz, y sólo ha prescindido de ella cuando los tribunales se le han echado al cuello. Puig ha amparado en todos los tiempos el catalanismo y ha llenado de dinero público con subvenciones, regalías y dádivas a todas las instituciones que la Generalidad vecina ha querido infiltrar en el viejo reino valenciano. Dicho sea en honor a la verdad y, salvo pocas excepciones, el centro derecha regional tampoco se ha batido el cobre hasta ahora defendiendo su particular identidad. Ni mucho menos lo han hecho. Sea por temor a la respuesta siempre airada de los pancatalanistas o por pusilanimidad, no ha habido réplica suficiente al abordaje de los catalanes. Sólo citaré un ejemplo: durante la época en que la televisión valenciana, entonces llamada Canal Nou, gozaba de buena audiencia y era respetada por todos los habitantes de las tres provincias, también fuera de ellas, se colaron en su seno múltiples fulanos, todos propendiendo al catalanismo descarado. Años hubo en que los principales programas de la cadena estaban presentados precisamente por procatalanistas, ¿o es que no recuerdan al hoy director de TV3 Vicente, que luego se puso Vicent, Sanchis, o al festero Lluch?

Es decir, como sucede con más frecuencia de la debida, el centro derecha se escondió bajo el manto de una cierta cobardía. Aún hay que recordar a aquel Vicente González Lizondo, de alias “Naranjito” porque una día compareció en el estrado de las Cortes esgrimiendo una naranja de su tierra, que recibió toda serie de mamporros y chuleo por parte de la izquierda y que luego gracias a una hábil maniobra de Eduardo Zaplana (la verdad es esta) se integró con su partido Unión Valenciana en el mas grande del PP. En ese tiempo sólo la Real Academia de Cultura Valenciana, Lo Rot Penat, la Real Sociedad Valenciana de Agricultura y el Ateneo Mercantil de Valencia, plantaron cara a los invasores de Pujol y demás ralea. Estas instituciones y desde luego un científico de prestigio mundial recientemente fallecido, Santiago Grisolía, consiguieron que los piratas del Mediterráneo catalán no desembarcaran con armas de lengua ajena en la Comunidad,

Llegó el PSOE de Puig y el Compromis del bufón Baldoví y todo cambió, resucitaron los Països Catalans hasta el punto de que, gracias a ellos, el Senado llegó a aprobar su denominación en una de las sesiones más bochornosas que se recuerdan en la Cámara Alta. Todo esto ha venido sucediendo en una etapa en la que, Sánchez desde Madrid y Puig desde Valencia han destrozado los usos y costumbres de todos los españoles y todo los valencianos, pero de pronto, el PP se ha sacado de la manga un candidato a la presidencia de la Generalidad que, según pregonan las encuestas, puede alzarse en mayo con el poder regional. Carlos Mazón ha presentando una Ley de Señas de Identidad, festejada de antemano este domingo pasado, que pretende un blindaje contra los susodichos y horteras Països Catalans y que rescata la norma inicial, luego derogada por la conjunción socialcomunista, que amparaba la defensa legal de la esencia valenciana. La lengua y la cultura son los aspectos más sobresalientes frente a las constantes intromisiones del catalanista Puig, de la penada Oltra y del destructor de la patria española, y por tanto de la Comunidad Valenciana, Pedro Sánchez Castejón.

Cuando todo el mundo predice -y no faltan razones para hacerlo- que la terrible crisis económica que nos asola y las subsiguientes angosturas fiscales a que nos está sometiendo el psicópata (lo diagnostican los psiquiatras, no el cronista) Sánchez, iniciativas como la de Mazón merecen todo el apoyo a nivel nacional, de tal modo que el aspirante popular tiene que contar por obligación y devoción con la ayuda de su jefe nacional, Alberto Núñez Feijóo. Con ideas como ésta se ganan las elecciones incluso en unos tiempos en que, como diría Clinton, lo que prima, estúpido, es la economía. Valencia tiene que levantarse (“Valencianos, en pié, alzaos”, canta su himno) para arrumbar para siempre ese invento troglodita de los Païses Catalans, siempre promovido a tiempo completo por la izquierda más radical de nuestro país. ¡Al cuerno, pues, los Països Catalans!