Opinión

No en mi nombre: Cibeles, 18N, a las 12h

Un centenar largo de asociaciones y movimientos cívicos hemos convocado a los ciudadanos para que el día 18 de noviembre, a las doce del mediodía, se reúnan en la plaza de Cibeles y desde allí, alto y claro, digan no a la amnistía y digan sí a la libertad y la igualdad de todos los españoles.

#NoEnMiNombre ha sido el grito unánime de los demócratas españoles desde que Pedro Sánchez Pérez-Castejón se atrevió a decir ante los de su partido que «hoy sí» iba a sacar adelante una ley de amnistía «en el nombre de España».

#NoEnMiNombre es el grito unánime de todos los españoles decentes que saben que Pedro Sánchez ha decidido aprobar una ley para liquidar la separación de poderes a cambio de que «siete votos después», los del partido del prófugo de la Justicia Puigdemont, le hagan presidente.

Cuando convocamos esta concentración, éramos conscientes de que Pedro Sánchez estaba dispuesto a hacer lo que fuera, sin ningún tipo de limitación ni ética ni moral ni política ni democrática… para conseguir los votos necesarios para ser presidente del Gobierno de España. Confieso que al hacer la convocatoria no teníamos, al menos yo, ninguna esperanza de que Sánchez estableciera algún tipo de delimitación o línea roja a sus enfermizas ambiciones de poder. Pero de lo que sí éramos conscientes era de la necesidad de que la sociedad entera se movilizara, cada cual desde su ámbito de capacidad y/o competencia, en defensa de las instituciones. Por eso, llamamos a los ciudadanos a salir a la calle, a reencontrarnos y sentirnos mayoría en defensa de lo que nos une.

Desde el día que hicimos pública la convocatoria se han venido produciendo acontecimientos cada día más preocupantes. Los pasos dados por Sánchez para satisfacer su ambición de poder no han dejado a salvo a ninguna institución o ámbito de la política democrática. En cada compra de votos que Sánchez ha venido cerrando con quienes le harán presidente en los próximos días ha ido dejando girones de la estructura del Estado y sus instituciones.

Profanó la memoria de las víctimas y reconoció como «suyos» a quienes han llegado a las instituciones sobre la sangre de centenares de víctimas inocentes al pactar con los bilduetarras (esa mano tendida, esa cabeza gacha frente a Aizpurua, esa portavoz condenada por terrorismo que sigue homenajeando a los asesinos y se muestra orgullosa de la historia de terror de ETA).

Compró con el dinero de todos los españoles (15.000 millones de euros, transferencia de las infraestructuras de los trenes de cercanías y de todos sus trabajadores) y con nuestros derechos de ciudadanía, la igualdad, el primero de ellos (impunidad y borrado de los delitos cometidos), los votos que capitanea Junqueras, ese portavoz de Esquerra Republicana, a quien ya amnistió tras ser condenado por dar un golpe contra la democracia y por robar dinero público para organizarlo.

Rompió las reglas de juego democráticas más elementales al negociar fuera de España, con un prófugo de la Justicia, una Ley de Amnistía, que socava los pilares básicos de la democracia, elimina la separación de poderes, borra los delitos cometidos por quienes apalizaron policías, impidieron el tránsito por las calles, cerraron aeropuertos, quemaron contenedores, secuestraron funcionarios, y declara nulos los juicios e ilícitas las leyes y a los tribunales de justicia que las aplicaron.

Para conseguir los votos de los nacionalistas vascos, le prometió al PNV la independencia de Euskadi subvencionada por el resto de los españoles y la recuperación del pase foral, o sea, que las leyes que se aprueben en el Congreso de los Diputados y que no le gusten al PNV no se aplicarán en la Comunidad Autónoma del País Vasco.

Y finalmente -hasta el día de hoy, que mañana puede sorprendernos llevando a cabo una nueva indignidad- Sánchez ha presentado (travestido el Gobierno tras el Grupo Parlamentario Socialista) una Ley de Amnistía tramposa desde el título hasta el punto final, que en su exposición de motivos y para justificar una ley que no cabe en nuestro ordenamiento jurídico (según él mismo decía el día 23 de julio de este mismo año) pervierte el lenguaje al comparar legislaciones y sentencias no homologables (e incluso contradictorias) con la norma jurídica que se propone, y que consta de un texto articulado que podemos resumir en tres puntos: Puigdemont podrá volver a España sin ser juzgado (el presidente en funciones reconoce al prófugo de la Justicia la categoría de estar por encima de la ley); los delitos de terrorismo y de prevaricación cometidos por los que harán presidente a Sánchez serán borrados y los delincuentes no deberán pagar por ellos, ni penal ni económicamente; y serán suspendidos todos los procedimientos penales o civiles en marcha que afecten a los delincuentes representados por los siete votos de los que depende que Pedro Sánchez sea presidente del Gobierno de España.

Siete votos que comanda un prófugo de la Justicia sobre el que pesa una orden europea de busca y captura y que tiene abierto un procedimiento por terrorismo. ¿Se puede caer más bajo? Aunque parezca mentira, sí, Sánchez puede; no sé cómo, pero puede, verán como puede…

Así las cosas, no nos queda otra que librar la batalla «por tierra, mar y aire…» hasta ganar. ¿Qué es ganar? Pues ganar es impedir que Sánchez lleve hasta el final el escenario totalitario y caudillista que ha dibujado a través de sus pactos y de sus leyes. Él ya ha demostrado que no tiene límites; y de los de su partido, demostrado está, que nada se puede esperar. Pero hay millones de españoles que se han levantado, que han salido del armario para defender la democracia en la calle. Millones de españoles que han alzado la voz y que han dicho: «¡Hasta aquí!», que se han puesto en marcha como uno solo, en defensa de lo que nos une. Millones de españoles que saben/sabemos que no nos queda otro remedio que organizarnos para ponerle los límites al sátrapa; millones de españoles que han puesto pie en pared.

Cibeles 18N no es la primera movilización ciudadana que se celebra en defensa de las instituciones democráticas y de la libertad y la igualdad de todos los españoles; ni será la última. En las calles de toda España, de forma cívica y pacifica y sin ceder al desaliento, seguiremos mientras haga falta y hasta ganar. A favor de España y en defensa de la libertad y de la igualdad.