No es fácil ser reina
Partiendo de la base de que los reyes no abdican y que están condenados a serlo hasta la muerte: «Me vas a condenar a permanecer en el puesto hasta que me muera», le reprochó la Reina Isabel a su heredero en una dramática reunión. Me imagino que Letizia ya debe saber lo duro que es el oficio de reinar. Momentos ha habido, desde el 22 de mayo de 2004, día de su boda con Felipe, tiempo transcurrido para que, al igual que la reina Silvia de Suecia, otra joven no profesional, como la española, pueda posar como la sueca, el día de su cumpleaños, junto a un pequeño cojín de petit point en el que aparece bordada la siguiente frase: «¡It ain´t easy being queen!» («No es fácil ser reina»). Lo dice una mujer que fue azafata, al igual que Letizia periodista.
Doña Sofía va incluso más lejos cuando confiesa en el libro La reina, de Pilar Urbano (Plaza y Janés): «Si ser rey no es fácil, ser reina no es cómodo». Y reconoce, a propósito de las bodas de los hijos, sobre todo cuando quieren casarse con quienes no les conviene, con quienes no deben: «Primero haces lo que sea para evitarlo (¿se hizo en el caso de Felipe?). ¿Consejos? ¡Todos los del mundo! Pero, si no hay manera, si no atiende a razones, ¿qué vas a hacer?», (lo que se hizo). «Pues acoger a la nuera en la familia y tratar de ayudar para que el matrimonio funcione… Porque las bodas pertenecen a las vidas propias de los hijos. Son ellos los que eligen, son ellos los que deciden … Ahí, ni los padres ni nadie podemos forzar. Si entramos, lo estropeamos».
Las reinas no siempre son felices
Entre las fotografías dedicadas por personalidades que he conocido y entrevistado a lo largo de mi dilatadísima vida profesional (70 años la contemplan), se encuentra en un lugar destacado en mi despacho y en mi corazón, una de la bellísima reina Noor de Jordania con la siguiente dedicatoria: «A Jaime, con mi sincero cariño por su interés y afecto por mi amado esposo y por Jordania».
Con estas palabras, la reina reconocía mi interés, tanto por el fallecido rey Huséin como por el país del que fue reina consorte, desde el 15 de junio de 1978, -día de su boda, de la que fui testigo- hasta el 7 de febrero de 1999, cuando el corazón del rey se detuvo y los cielos se abrieron literalmente dejando caer un auténtico diluvio. Yo llevaba seis días en Amán esperando la noticia de su muerte.
«En ese momento, me hallaba junto a su lecho, con su mano entre las mías, rodeado por nuestros hijos Hamzah y Hashem, así como Abdalá, nacido del segundo matrimonio de mi marido con la británica Toni Gardner, que se convirtió en princesa Muna al casarse con el rey Huséin, y Ali; éste hijo de Alia. En un momento determinado me volví hacia Abdalá, el heredero, y le dije: ‘El rey ha muerto’ y lo abracé».
«Aunque a la muerte del rey Huséin se esperaba que le sucediera el mayor de los hijos habidos en nuestro matrimonio, el príncipe Hamzah, su padre prefería que lo hiciera Abdalá. «Yo apoyé plenamente la decisión de mi marido, contrariamente a lo que afirmaban los rumores de que yo había estado presionando al rey para que nombrara sucesor a nuestro hijo».
Así me lo contaba la reina Noor con dolorosa emoción en nuestro reencuentro en la pequeña casa de dos plantas que el rey Huséin le compró en su día en Londres, muy cerca de los almacenes Harrods. En una mesita baja, junto a los sofás en los que nos encontrábamos sentados, una gran fotografía de los reyes Juan Carlos y Sofía dedicada a ella. Y recordando su vida junto al soberano jordano me diría: «Ser reina no es ningún cuento de hadas, porque la historia de las reinas no siempre tiene un final feliz».
«Te amo lo bastante para dejarte ir»
Sucedió en 1992, siete años antes de la muerte de Huséin, cuando ya le habían detectado graves problemas de salud. En Amán corría el rumor de que el rey se había enamorado de una joven jordana que trabajaba en una oficina de la corte. Aunque Noor me reconoció que «la distancia que venía percibiendo entre nosotros me daba que pensar, no tenía forma de averiguar lo que realmente estaba pasando. De modo que, para no seguir torturándome, decidí preguntar directamente a mi marido, al rey, aunque se me hacía un nudo en el estómago: ‘Sólo tú puedes resolverlo antes de causarme más angustia. Si hay alguna verdad en lo que se cuenta y si tu felicidad dependiera de otra persona, por favor, dímelo, porque te amo lo bastante como para dejarte ir’».
¡Qué demostración de amor! ¡Qué elegancia! ¡Qué generosidad la de la reina Noor! «Y se lo decía con toda sinceridad. Pero con mucho dolor. Sin rencor. ¡Lo amaba tanto! Pero el rey me lo negó: ‘No hay ninguna verdad en esos rumores. Son sólo cosas que se dicen’».
Aunque a Noor no se lo confesó, la historia de la infidelidad del rey era cierta por los comentarios que circulaban en Amán. Lo que nunca se sabrá es si fue el cáncer lo que le impidió seguir adelante con aquella relación sentimental. A lo peor… sí. ¿Huséin se hubiera divorciado de Noor para casarse por… quinta vez? Nunca se sabrá. Para Noor fue mejor así. ¿El cáncer y la muerte le impidieron divorciarse? Esta pregunta, sin respuesta, siempre perseguirá a la bellísima y digna reina Noor, «la Luz de Huséin», que intentó por todos los medios seguir alumbrando su vida cuando la de él ya se estaba apagando. ¿También su amor por ella? Tampoco se sabrá.
Rania la echó del país
Cuando Huséin falleció se produjo un hecho insólito: la que fuera reina a lo largo de 21 años, seguiría siendo, por real decreto del nuevo monarca, reina Noor. Aunque por deseo de Rania, la esposa consorte del nuevo monarca, que nunca la quiso, hizo lo imposible por echarla del país. Hace años que no ha vuelto. «Por supuesto que ha habido personas que me han defraudado, pero no guardo ningún rencor ni odio en mi corazón. Después de darle el último adiós a mi marido con mis hijos, vi como éstos sacaban el cadáver de su padre y lo colocaban en el féretro para iniciar la larga y triste procesión a través de la ciudad hasta el palacio de Raghadan, donde los representantes extranjeros presentaron sus respetos, antes de trasladarlo al cementerio real. Aunque cierta prensa había publicado que, de acuerdo con la ley musulmana, no podía asistir a los funerales de mi marido, yo permanecí a la entrada del mausoleo hasta que fue sepultado, como tú pudiste ver».
Chsss…
Qué gran y elocuente comienzo de su libro de memorias: «Un día, cuando volví a casa, el cerdo ya no estaba».
Hizo de sí mismo apuntando claramente que «Sánchez debería estar ya camino de la cárcel».
Según el compañero, «Paqui, la mujer de Cerdán, es un híbrido entre Agustina de Aragón y Juana de Arco» (?).
Cruz y Raya se revolvió contra el maltrato de Emma García. ¿Tú, de qué vas, guapa?
La Reina emérita, que sigue siendo miembro activo de la Casa del Rey aunque con menos agenda, cobra de los Presupuestos Generales del Estado 124.814 euros frente a los 152.539 de Letizia.
Él reclama a su ex mujer 120.000 euros por las costas judiciales del proceso con motivo del presunto alzamiento de bienes del que fue absuelto.
Lleva razón la compañera cuando en su artículo escribe «El emérito se morirá en Abu Dabi y será un marrón para su hijo que le exilió».
Pero te pasas, querida, con la consorte real, a quien consideras «la gran salvadora de la Familia Real».
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