Opinión

Moncloa y «los españoles primero»

La ‘Administración Sánchez’, pues dejó de ser ‘El Ejecutivo’ el día en que el presidente del Gobierno dejó de llamar ultraderechista a Trump para empezar a perseguirle con los ojos de discípulo por toda la cumbre de la OTAN, ha puesto en marcha una fastuosa iniciativa. Convertir Moncloa en merendero vecinal para que, los españoles que lo deseen, conozcan el art decó monclovita en el que han empleado sus 500.000 euros.

A partir de septiembre, el Gobierno socialista pone en marcha el programa #MoncloaAbierta, que permitirá visitas guiadas a partir de septiembre. Begoña lo tiene todo: primera dama, embajadora africana del IE y, ahora, con la Preysler abducida por Vargas Llosa, se estrena como la nueva filipina del HOLA. La paradoja es que la apertura de puertas de la morada presidencial se anuncia la misma semana en que se presume el sellado de las de Ceuta, Melilla, y el Mediterráneo como epicentro de trashumancia náutica entre mafias y chiringuitos socialdemócratas.

Tras el salto por la valla de Ceuta de los 100 subsaharianos que este miércoles han herido a 7 guardias civiles con cal viva, se prevé que esta semana finalicen los saltos, las pateras y los niños ahogados. Todo en la misma semana en la que Sánchez, en lugar de imprimir un “Welkom afrikaans” para colgarlo para “los negritos”, como buen anfitrión de Moncloa, ha ordenado arrastrarlos hasta el desierto del Sahara.

Para ello van destinados los más de 130 millones de euros acordados con Merkel en Sanlúcar para Marruecos en concepto de Fondos para la Cooperación. Ni un euro para políticas de inversión o desarrollo en el país o para escolarizar niñas de zonas rurales en un país con un 60,5% de analfabetismo. Porque el éxito de Sánchez en materia de inmigración ha consistido en lograr esos fondos de la UE para que la Mehaainia marroquí, traslade a hostias a los subsaharianos, marcados como reses con las añosas concertinas socialistas, hasta el desierto y la frontera con Mauritania. Eso es xenofobia y racismo decorosamente disfrazados con los dos eufemismos elegidos estratégicamente por los gabinetes de Sánchez y la canciller alemana: Somos la “Cooperación y el eje antixenófobo”.

No verán ustedes a un solo nigeriano o maliense fotografiándose junto a los centinelas de la Fuente del Amor de los jardines del recinto presidencial o reposando almidonado en los sillones a los pies del Tápies de la sala de reuniones bilaterales. Los africanos que ya han llegado, y no se han fugado a Francia y a Alemania, manteros y menores, están apostados en las peatonales de las laureadas “ciudades de acogida” como fauna bucólico pastoril del presidente del Gobierno. Su propia “reserva apache para recordar a nacionales y turistas que están aquí gracias a su magnanimidad.

Y que la piedad, como la seguridad social, el bienestar social, la rueda, el arado, la bombilla, y la penicilina, es un excelso invento de la progresía.
Aunque, a pesar de tanta generosidad, todo recuerda demasiado a 2005 cuando, en pleno Gobierno de Zapatero, María Teresa Fernández de la Vega calificó como “refriega” el ametrallamiento de la Gendarmería marroquí por la espalda a 5 de los 600 subsaharianos que intentaban saltar la valla de Ceuta. Algunos de los muertos cayeron en el lado español, otros en el marroquí. Además hubo 160 heridos. Y, entonces, como ahora, un Gobierno democrático socialista que acababa de transferir 30 millones de euros provenientes de la UE a las arcas marroquíes, confiaba la solución urgente a las irresponsables políticas españolas socialdemócratas a un Gobierno autoritario para no ensuciarse las manos. Entonces, como ahora, entonaron “los españoles primero” cuando las cosas se pusieron feas.