Opinión

El mercado de allá y la realidad de acá

La cada vez más acentuada incidencia del dinero árabe en el fútbol internacional y muy especialmente en el europeo, amenaza con remover el mercado de futbolistas pero, también, pone de manifiesto la precariedad económica de las más importantes ligas continentales.

Al incipiente desembarco de jugadores españoles, se suma la facilidad con que es posible hacerse con ellos a través de la tentación de sus acuerdos directos que, luego, condiciona la negociación entre las sociedades anónimas deportivas. Si el Mallorca ha confesado el cobro de 7 millones más variables por el traspaso de Rajkovic y el Osasuna va a percibir solo 10 por el de David García, el elegido para la Selección Española que no pudo ir a la Eurocopa al sufrir previamente una lesión, y, en cambio, el Chelsea paga 24 por el guardameta Jorgenssen, cabe extraer conclusiones más convergentes que diferenciales. La primera confirma la realidad del fútbol español: antes vender que comprar. La segunda es que aunque tengan mucha pasta, los saudíes y compañía no pagarían por Mbappé lo que ha soltado el Real Madrid porque, si quisieran, se lo habrían llevado.

La venta, sobre todo a bajo precio, es un síntoma de debilidad. Si nos centramos en Son Moix, lo que más próximo nos pilla y atañe, pese a que el capital no sea mallorquín, ni siquiera español, los hechos no es corresponden con el paraíso rosa que nos cuentan. El desapego entre la SAD y sus aficionados se ha destapado con motivo de una campaña de abonados de cuya cantidad presume el CEO, Alfonso Díaz, más satisfecho de lo que los dueños están con él, sumada la pésima gestión de las localidades para la final de la Copa del Rey en Sevilla. Pero el nivel de la plantilla en nómina y la política de fichajes impuesta por Pablo Ortells, no parece encaminada a situarse entre los diez primeros, tal cual predican y publican, sino a conformarse con una permanencia menos agónica que la última, pero permanencia al fin y al cabo.