Opinión

Medicina y mujeres: una negligencia olímpica

¡Bienvenidos al estadio del misterio anatómico y diagnóstico de las mujeres! Hoy con ustedes, los enigmas de la brecha científica y por qué la ciencia y la medicina han ignorado sistemáticamente a la mitad de la población, y cómo pasamos de ser diosas de la fertilidad a pacientes desatendidas (o locas «del coño»).

Sí, mientras nos emocionamos con los Juegos Olímpicos 2024, celebrando los logros físicos y el saludable espíritu de competencia, es crucial recordar que no todos los aspectos de la salud y el bienestar reciben atención e inversión. Y así como los atletas necesitan apoyo y recursos para alcanzar la gloria, las mujeres necesitamos deportividad en el diagnóstico para lograr la verdadera medalla, la equidad. El triunfo sólo vendrá cuando la ciencia deje de ser un deporte de élite masculino.

Sabrán que hasta 2012, no se permitió a las mujeres competir en todos los deportes del programa olímpico, entre casposas regulaciones indumentarias: mientras los hombres podían usar ropa cómoda, las mujeres debían ajustarse a determinados atuendos que sexualizaban e incomodaban sus cuerpos.

Esto es más grave: durante siglos, la investigación médica ha sido un club exclusivo de caballeros, donde los genitales masculinos eran el centro del universo anatómico, por no decir social, mientras el clítoris, que podría haber sido la estrella del show, fue relegado al papel de extra suplente.
Hace no tanto, en 1948, nuestro pequeño (y poderoso) órgano fue borrado de Gray’s Anatomy; se trata de un libro de anatomía humana (no sólo de una serie de tv) muy respetado por sus descripciones exhaustivas, una referencia fundamental para estudiantes y profesionales de la salud en todo el mundo… Su primera edición fue publicada en 1858 por Henry Gray, un anatomista británico, y desde entonces ha sido revisado y actualizado con un sesgo: el machista. ¿Por qué sacaron el clítoris? Nadie lo sabe, y aunque todos nos merecemos nuestro momento en el podio de las relaciones íntimas, los prejuicios parecen ser los principales sospechosos.

La brecha diagnóstica no es menos fascinante. Las mujeres han sido diagnosticadas con todo tipo de enfermedades insultantemente inespecíficas cuando en realidad sufrían de patologías médicas reales. ¿Fibromialgia? Psicosomática. ¿Síndrome premenstrual? Los nervios. ¿Dolor crónico? Hipocondría. Así, hemos sido etiquetadas como «histéricas» de toda la vida.

En los Juegos Olímpicos de la antigua Grecia, las mujeres no podían competir, ni siquiera asistir como espectadoras. La histeria, en la medicina, es la medalla de oro en el palmarés misógino de la ciencia. Desde la Antigua Grecia se creía que el útero deambulaba por el cuerpo femenino, causando todo tipo de extraños comportamientos. Los tratamientos variaban desde los masajes pélvicos hasta las histerectomías, pasando por el confinamiento en terroríficas instituciones.

El squirting es un fenómeno interesante y físico muy en boga, que se asocia al oro en cuanto al placer femenino, entre las sombras de lo desconocido, la realidad y el mito, que la mayoría de las señoras no han experimentado nunca. Se suele comparar con la eyaculación masculina, aunque no es exactamente lo mismo, ni tampoco es un símbolo de mayor potencia sexual, como nos quiere vender la industria machirulista del porno.

Toda esta confusión y, en general, la falta de información que tenemos sobre este y otros asuntos físicos femeniles se debe a la negligencia en cuanto al estudio de la anatomía, la fisiología y, en concreto, de los fluidos corporales que segregamos las chicas durante el acto sexual, algo de lo que no se trata lo suficiente. La brecha orgásmica y la negación de la sexualidad femenina continua en la cama de muchas mujeres del contemporáneo, yo diría que de la mayoría, si tenemos en cuenta las distintas culturas que concurren, igual que en París 2024.

El clítoris, ese pequeño órgano mágico, fue rechazado hasta la década de 1990 cuando la uróloga australiana Helen O’Connell reveló su verdadera complejidad y extensión. Mientras tanto, las mujeres promedio continuaban con sus vidas sexuales insatisfactorias, ansiedad, depresión y otros problemas de salud mental. Porque el orgasmo no es un lujo, ni una medalla, es una necesidad física y emocional.

¡Cuántas horas dedicamos en el colegio a los deportes! No está mal, pero ¿cuánto al estudio exhaustivo de los pistilos? Compruebo con espanto, que los libros colegiales continúan analizando la reproducción de las flores mientras la educación acerca de la sexualidad (que en nuestros tiempos no iba más allá del «no te quedes embarazada») se lleva a cabo en TikTok, sin una comprensión científica y holística del cuerpo.

La medicina tiene una deuda histórica con las mujeres, una deuda que lentamente comienza a saldarse. La investigación y la innovación están en marcha, pero mientras la utopía feminista y la igualdad científica no sean una obviedad debemos hablar e investigar, reclamar nuestro lugar en el medallero de la salud y el bienestar. Tal vez algún día celebremos las medallas de oro en Conocimiento Clitórico y diagnóstico. ¡Que sigan los juegos!