Mazón ya es Rita Barberá
Yo era becaria en el Senado cuando mataron a Rita Barberá. Hay una escena que recuerdo muy a menudo. Una tarde, en la cafetería de la Cámara Alta, un grupo de senadores -compañeros de partido de la alcaldesa de Valencia- estaban tomando un café mientras en el Pleno se debatía una moción intrascendente. Eran cuatro. Los recuerdo a todos, pero voy a hacerles el favor inmerecido de no desvelar sus nombres.
Apareció Rita con un yogur de limón y fue a sentarse con ellos. Era la etapa en la que el partido había votado en las Cortes Valencianas que se cambiara la legislación para que devolviera el acta de senadora, en la que Pablo Casado y Javier Maroto la vilipendiaban en público, en la que había pasado de ser la Alcaldesa de España al principal cáncer del partido.
Aquella tarde apareció Rita Barberá con un yogur de limón dispuesta a sentarse con sus compañeros. Les saludó e intentó coger una silla, pero le giraron la mirada para dejarle claro que no era bienvenida. Se fue sola a otra mesa con una mirada que no había vuelto a ver hasta hace poco.
De esos cuatro senadores, sólo uno de ellos se levantó y fue a sentarse con ella. Era José Ramón Bauzá. A Rita Barberá se le saltaron las lágrimas y él le empezó a contar una historia aburridísima de las propiedades antioxidantes del limón, que a juzgar por cómo sonreía la alcaldesa debía ser exactamente la conversación que necesitaba. Una o dos semanas después, murió.
En las elecciones municipales de 2023, Almeida pronunció un discurso espectacular en el acto de presentación de todos los candidatos nacionales a alcaldes de capital de provincia. En él hizo un homenaje muy merecido a Rita Barberá, y todo el auditorio se levantó en aplausos… incluidos dos de los entonces senadores que una semana antes de morir le negaron hasta que se sentara con ellos en una cafetería. ¿Tendrán dolor de conciencia por haber participado de su linchamiento, por acción u omisión? Quizá creen que fueron los demás los culpables y ellos no.
La mente humana tiende a la autojustificación con una facilidad pasmosa. Cada vez que les veo ahora, pienso en si sabrán el impacto que pudo tener en su muerte aquel gesto de aquella tarde. Quizá cuenten la historia a sus amigos diciendo que ellos fueron el Bauzá de turno que se levantó de la mesa. No me sorprendería nada.
Pues el linchamiento cruel al que se sometió a Rita Barberá aquellos meses es un juego de niños al borde de la beatificación en comparación con lo que lleva sufriendo Carlos Mazón desde hace un año. Especialmente este último mes. Me voy a ahorrar la encerrona del funeral, que da para un capítulo completo.
Pero que una vez dimitido, después de haber sido la única administración que ha asumido una responsabilidad que no le corresponde (¡es el barranco del Poyo de Teresa Ribera, idiotas!), se le pueda montar el aquelarre inhumano y cruel del lunes en el Congreso es, directamente, delictivo.
No hay ser humano capaz de soportar lo que le hicieron a Carlos Mazón en la comisión de no-investigación. Alejandro Soler, el diputado del PSOE que estuvo a punto de entrar en prisión por maltratar a su mujer, pero al que la justicia finalmente absolvió, decidió acusar al president de la Generalitat de «tener las expectativas muy altas aquella tarde» con Maribel Vilaplana, en un ejercicio de sororidad sólo a la altura de un partido presidido por el yerno de un proxeneta. ¿Será que un casi-presidiario como él sólo ve a las mujeres como trozos de carne, y por eso acusa a los demás de valorar más el cuerpo que el cerebro de las señoras?
Lo de los insultos de los demás, cuyo nombre no voy ni a mencionar para no darles el placer de la relevancia que no merecen, es tan sumamente repugnante que no hay calificativos en español capaces de describirlo. Lo que sucedió no fue una petición de responsabilidades políticas, ni una crítica a una gestión que se ha machacado de forma hiperbólica, sino el intento cruel e inhumano de arruinarle la vida civil a una persona que, encima, ya ha dimitido (sin tener por qué hacerlo) de la responsabilidad por la que le piden explicaciones.
Es un milagro de su familia y de sus amigos que Carlos Mazón siga vivo. No hay ser humano capaz de soportar el linchamiento inhumano al que le están sometiendo, una cacería en la que si tuviera la salud que entonces tenía Rita Barberá, su suerte habría sido la misma.
La práctica unanimidad de cargos de su partido dicen en privado que lo que le están haciendo es impresentable, pero lo que sucedió el lunes no es para que estén mandando whatsapps diciendo «pobre Carlos», es para que monten un pollo de una dimensión bíblica en defensa de una persona que les devolvió el gobierno de la Comunidad Valenciana cuando, días antes de las elecciones, la entonces todopoderosa GAD3 decía que Ximo Puig gobernaba, y con holgura.
No hay justificación alguna para que no haya una denuncia pública de que lo que sucedió el lunes fue el intento más cruel e inhumano de dilapidación pública que le hayan hecho a nadie nunca. Y las condolencias años después en actos de partido, cuando el daño ya está hecho, no redimen el silencio cuando toca.
Porque las personas a las que asesinan civilmente no necesitan ayuda años después de muertas, la necesitan cuando les están destruyendo y les hace falta que alguien se siente con ellas a hablar de limones, o de lo hijos de puta que son los de enfrente. Una actitud que, por cierto, merece que me detenga en el elogio y reconocimiento expreso a Ester Muñoz y Miguel Tellado, que incluso en contra del criterio de muchos de los que vilipendiaban en vida a Barberá y le aplaudían a rabiar llorando su muerte, han defendido la verdad y la injusticia con Mazón siempre que han tenido ocasión.
Esto ya da igual y espero que ni siquiera lo lea, igual que nada de lo que se publique, por su propia salud mental. Pero aun así, que quede claro: no te lo mereces, Carlos. Que ningún perturbado carroñero ansioso de fama, ni ningún cobarde que no se atreve a denunciarlo, te haga olvidar que esto es inhumano. Dicho queda, en voz alta, por escrito y con mi nombre y apellidos.
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